'Crónicas perplejas': "Llevo en mi mochila más tonterías que un ninja”

Habla Antonio Agredano de la cantidad de gadgets que tenemos y de lo que realmente necesitamos

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".

El cajón de los cables. Qué casa no tiene uno. Por qué conservamos esas reliquias. El cargador del Nokia que tuvimos en el 2001. Los auriculares acuáticos que usamos dos veces en la piscina cubierta del gimnasio. El cable de alimentación de un portátil que dejó de funcionar long time ago. Un mando a distancia de algún electrodoméstico que no logramos descifrar. Una pulsera de actividad que nos salió malísima. El cajón de los cables ha venido a sustituir al álbum de fotos como reflejo de nuestra vida.

Mi gagdet preferido es mi reloj, que me riñe si paso demasiado tiempo en el sofá. Es como una madre. Le falta recordarme que no he hecho la cama, le pido a Apple que meta esa actualización pronto. Y por qué no, ojalá mi reloj diciéndome algún día: “Agredano, súbete esos pantalones, hijo”.

Tengo baterías portátiles, tengo una kettle para los tés, tengo miniamplificadores para tocar el bajo en casa, videoconsolas, la tablet con un puñado de plataformas para ver cientos de películas y series… tengo un mundo de microchips a mi disposición. Llevo en mi mochila más tonterías que un ninja.

Y, sin embargo, muchas tardes llego a casa, me siento en el sofá y apoyo las manos en los muslos como un niño que espera su cita en el dentista. Me quedo en silencio. Respiro. Trato de dejar los problemas y las urgencias al otro lado de la puerta. Y ya relajado, cojo un libro. Leo un puñado de páginas. Con el móvil lejos, con el reloj quitado, con la tele apagada, sin pitidos, sin alarmas.

Y encuentro paz en esa quietud y en la tinta de esas palabras. Y siento que tenemos muchas cosas, pero que ninguna es más útil, ni más importante, que nuestro propio silencio y que esta bendita y simple pausa.

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