'Crónicas perplejas': “Lo moderno siempre ha sido, paradójicamente, rescatar lo viejo”

En esta sección de‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".

Camisetas de Fido Dido. Gorras hacia atrás. Zapatillas Paredes. Riñoneras. Pantalones vaqueros rectos y anchos. Y en la mano, una lata de Cherry Coke. Así eran las fotos de mi adolescencia.

Pasa el tiempo, pero todo sigue más o menos igual. Las Rayban wayfarer de los ochenta dieron paso a las gafas pequeñas y con cristales naranjas de los noventa y luego esas enormes del 2000 y luego las polarizadas surferas aquellas y ya no sé dónde estamos ahora. Pero, tras cada lente oscura, siempre están los mismos ojos y la misma mirada perpleja ante el mundo.

Cambia la piel, pero conservamos el hueso. Y somos nostálgicos. Y nos gusta mirar atrás. Lo moderno siempre ha sido, paradójicamente, rescatar lo viejo. Darle otra vida a lo que ya pasó. La modernidad es llevar con desenfado lo que nuestros padres ya llevaron. Los vestidos floreados de mamá y los jerseys de pico y el bigote de papá.

La vida es una vuelta constante a lo que fuimos. Y está bien así. Está bien este regreso permanente a lo que un día sentimos como algo único. Este chapoteo en nuestras infancias. Tener una Nintendo en casa. Ver La Historia Interminable con nuestros hijos. Llevar camisetas de Bola de Dragón.

A lo mejor ser hortera es, simplemente, abrazarnos a un tiempo que ya pasó. Abrazarnos a ese entusiasmo que, poco a poco, fuimos dejando atrás. Cada vez que voy a merendar con mis hijos y les pido tortitas con nata me veo de la mano de mi madre entrando en la cafetería de Galerías Preciados. Las infancias se superponen y recordar es reencontrarse con una antigua felicidad. Porque todos los amores son el mismo amor. Porque la memoria también es un refugio.

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