'Crónicas perplejas': “Qué fácil era vivir con mis padres, pidiéndoles para esto y para lo otro”

Habla Antonio Agredano de lo que cuestan las cosas, de cómo están los precios, de lo cara que es la vida y de lo que realmente importa

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".

Cuando me independicé, mi abuela me regaló una planta del dinero, ”que falta te va a hacer”, según me dijo. Y vaya si tenía razón. No tardé mucho en descubrirlo. Qué fácil era vivir con mis padres. Pidiéndoles para esto y para lo otro. Cogiendo caprichos en las baldas de los supermercados.

Y qué difícil resultaba de repente para mí lo de pagar el alquiler, la gasolina, ir al súper, y encima guardar algo para salir los fines de semana o viajar con los amigos. La juventud se me acabó de repente.

El dinero, de pronto, se había convertido en un problema. En un problema de verdad. De mirar la cuenta cada mañana esperando algún milagro. De dormir regular algunas noches. De rechazar, por pasta, algunos planes increíbles. De comer macarrones hervidos unos cuantos veintitantos de mes. De enfadarme conmigo mismo cuando no sabía administrar bien. De empezar a temer por mi trabajo.

La vida adulta llega siempre de la mano del dinero. La vida adulta es insomnio, marcas blancas, decir que no. Mirar los precios en las cartas de los bares. Intentar ahorrar para el verano. Rezar para que el viejo coche aguante un poco más y que ese ruido no sea nada.

Que las cosas cuestan dinero y que el dinero hay que trabajarlo es algo que uno debería aprender de pequeño. Suben las hipotecas, sube el aceite, sube el combustible. Sube todo menos nuestros sueldos, que ahí están, momificados como en un sarcófago. Y nos apretamos el cinturón. Y hacemos todas esas cosas que se supone que debemos hacer por nuestra economía.

Pero, a veces, pienso, ¿es justo tanto sacrificio? Cuando mi abuelo jugaba al dominó y miraba las fichas, recuerdo que decía, con una media sonrisa: “Esto no está bien repartido”.

El dinero es importante, pero no tan importante como nuestra alegría y nuestras pequeñas esperanzas

Y ahora lo pienso yo: “Esto no está bien repartido”. Por eso: ánimo a las familias. Ánimo a los autónomos, a los pequeños empresarios. Ánimos a los amigos que sé que tiran con poco y que, aun así, me dejan el vino pagado si coincidimos en algún antro. Ánimo con la vida a todos.

Porque el dinero es importante, pero no tan importante como nuestra alegría y nuestras pequeñas esperanzas. Saldremos de esta. Como sea, pero saldremos. Y brindaremos con vino, aunque sea el de seis euros la botella, que también está rico.

Porque lo importante no es el cuánto ni el qué, lo importante es, por supuesto, con quién.

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