Crónicas perplejas: “Querer contentar a todos es el camino más rápido para tener descontento a todo el mundo"

Antonio Agredano nos lleva de viaje de altos vuelos para aterrizar en la política, con aplauso incluido

Antonio Agredano

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En esta nueva sección veraniega de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente.

Como lo de este martes, que empezamos viajando en avión para terminar hablando de un nuevo proyecto político… las cosas de Agredano.

“Hay personas que, en los aviones, aplauden los aterrizajes. Supongo que lo hacen por alivio. Cuando vuelo me siento un intruso. Ocupo el cielo, que no siento como mío, un espacio que sólo pertenece a los pájaros y a los globos que se les escapan a los niños. Siempre viajo con urgencia. Voy a los sitios predecibles. Me hago bocadillos para después en el buffet libre de los desayunos. Me gustan los hoteles. Son como hospitales para gente con prisa. Me gusta pasear por calles que no conozco. Me gusta dormir sobre sábanas limpias. Yo soy un turista contenido. No ovaciono a los pilotos ni abro la boca ante los monumentos. Madurar es enfriarse. Desconfío de los restaurantes bonitos. Desconfío de los vendedores amables. Desconfío de todo lo que debería entusiasmarme. Soy así.

Ya es tarde para cambiar. Me pasa con Yolanda Díaz. Una nueva lideresa espiritual trasversal, prístina y moderna. Sumar se ha hecho para restar. Para morder aquí y allá. Para desembarazarse de una marca marchita como Podemos. Para traer al presente a la vieja Izquierda Unida. Para muletear al PSOE, un toro descastado y de patas temblorosas, que ya se sabe perdido. Yolanda ya ha marcado distancias con el pasado: «Podemos nació de la impugnación, yo busco la construcción», dijo. Y añadió, y esto ha sido realmente sorprendente: «Soy una mujer moderada en las formas y en los contenidos».

Ahora todo el mundo quiere ser moderado. La moderación es una compañía low cost en la que moverse de un lado para otro sin pisar el suelo. A la política le pido colmillo e incomodidad. Es nuestro futuro el que está en juego. Querer contentar a todos es el camino más rápido para tener descontento a todo el mundo. Es un signo de adultez el rigor en los acuerdos, la firmeza pese a las dudas. Hay medidas impopulares que nos garantizan el progreso. La política no es un cómodo viaje, sino una travesía desértica y exigente. Yo no tengo miedo a volar, pero sí que me aterra no tener los pies en el suelo. A la nueva política le pido hondura y responsabilidad. Demasiados corazones en los logos y poquísimo corazón a la hora de tomar decisiones de calado. Con sonrisas no se arregla el mundo. A lo sumo podemos aspirar a caer bien a un puñado de votantes, de esos que aplauden los aterrizajes entre la ingenuidad, la docilidad y el miedo”.