'Crónicas perplejas': "Las casas son nuestro refugio"

Habla Antonio Agredano de cosas de casa

Antonio Agredano

Publicado el - Actualizado

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En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'. 

No entiendo las luces blancas en las casas. Esa iluminación de quirófano. Tan potente, tan constante. Tan fría. No me gusta el desorden. Ni las sillas usadas como percheros. Ni la tele muy alta. Ni llevo bien que me obliguen a descalzarme.

No entiendo que un piso no tenga algún dispositivo donde escuchar música a una calidad aceptable. Las plantas artificiales también me inquietan. Y cuando veo demasiados muñecos Funko en las estanterías siempre tuerzo el gesto.

Y aún así, cada vez que entro a una casa que no es la mía, me siento agradecido. El hogar es algo muy íntimo. Así que trato de acostumbrarme rápido a sus ritos, a sus rutinas y a sus propias chaladuras. Porque todos tenemos las nuestras.

Como con los cubiertos que me dan, bebo en los vasos en los que me sirvan y me siento donde me digan que me siente. Jamás he metido mi nariz en una casa ajena. Jamás he dicho: «Yo pondría esto aquí o cambiaría esto allá». Soy un invitado dócil, un huésped muy apacible.

Todos somos reyes de nuestras casas. En ellas construimos nuestra cotidianidad. Soy maniático. Pero qué persona no necesita certezas. Asideros para atravesar los días. Saber que llega a su hogar y que todo está donde debe estar.

      
             
      

Bastante oleaje hay ya en nuestra cabeza. Bastantes dudas cargamos e idas y venidas, como para no encontrar algo de orden entre las paredes de nuestros pisos.

Si los sofás tienen fundas, me parece bien. O esa bolsita de plástico que cubría los mandos a distancia. O servir el té en tazas demasiado pequeñas. O las fotos de comunión ya azuladas. Todo está estupendo.

Las casas son nuestro refugio. En ellas volcamos lo bueno y lo malo, lo que nos preocupa y lo que nos tranquiliza, lo que tenemos y a lo que aspiramos. Allí donde voy, desde luego, ni hablo de más, ni bebo de menos, ni pongo faltas

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