'Crónicas perplejas': "Detrás de cada calle hay un sueño"

Habla Antonio Agredano de calles y de ciudades, del sigificado de tener una calle con tu nombre

Antonio Agredano

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En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'.   

Siempre he querido vivir en una calle con nombre corto, para cuando tengo que meter mis datos en alguna web o en algún documento público, terminar antes. Siempre quise vivir, por ejemplo, en la calle del Pez. En Madrid. Aunque luego pienso que Madrid es demasiado grande. Y yo ya soy un hombre que desea volver y no ir. Que estoy en edad de poco tráfico y de largos paseos.

De niño caminaba por Córdoba y trataba de memorizar las calles. Era como un aprendizaje para cuando fuera adulto. Para cuando empezara a pasear solo. Para no perderme. Las ciudades parecían laberintos y yo un pequeño Teseo siempre huyendo del Minotauro. Paseaba de la mano de mis padres por la calle Tesoro, por la calle Gondomar, por la calle Góngora. Y miraba hacia arriba los carteles con fascinación. La niñez está llena de descubrimientos.

Escribo esto e intento recordar en cuantas calles he vivido. Dos en Córdoba, dos en Fernán Núñez, dos en Málaga, cuatro en Sevilla. Diez hogares. Diez buzones. Diez bares de confianza. Diez comienzos. Mudanzas y despedidas. Detrás de cada calle hay un sueño.

Tengo un amigo escritor que dice que no quiere una calle a su nombre, que preferiría bautizar un polígono industrial. Yo fantaseo con una placita en Córdoba. Un sitio donde jueguen los niños y beban litronas los jóvenes. Un sitio donde las señoras se sienten en un banquito a referir y los hombres mayores se cuenten sus aventuras de jóvenes.

Tendría que escribir más. Tendría que ser más trascendente. Pero creo que yo nací solo para pasear, para estas crónicas breves, para beber buen vino en el hogar, para amar. Yo solo soy fuerte en lo pequeño. Y me gusta así. En verdad, no aspiro a una calle. Solo quiero ser parte de ese otro mapa que es el corazón de la gente que me quiso y a la que quise. Sin placas, sin bares y sin permanencia.

      
             
      

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