‘Crónicas perplejas’: “Cada amor tiene su tiempo”

Habla Antonio Agredano de las parejas con 'alguna' diferencia de edad

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‘Crónicas perplejas’: “Cada amor tiene su tiempo”

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

Me interesa este último tema que aborda Diego, este de las parejas de tiempos diferentes. Yo creo que el amor no tiene edad, pero los cuerpos… ay los cuerpos. Cómo se estropean los cuerpos. Esos suspiritos al levantarte del sofá. Esas máquinas antironquidos en la mesita de noche. Ese dolor de rodillas cuando llueve. Esas panzas que rizan la gomilla de los calzoncillos. Ni Calvin Klein ni Calvin Klain. Y luego lo de ir al Decathlon para aliviar las culpas. Salir a andar. Decir que andar es un deporte. Esto es irrefrenable. La decadencia, los años. Uno puede tener la ilusión de tener una pareja más joven, que es una ilusión legítima, y otra cosa es estar a la altura de tal acontecimiento.

Cuando salgo de marcha con mis amigos, algunos solteros o divorciados ya, cuarentones todos, y los veo bailotear en torno a la juventud… a esas muchachas con sus vestidos entallados, su tatuaje de infinito en la espalda, con toda una vida por delante… siento compasión por ellos, por mis amigos, con sus camisas de canallitas, intentando reverdecer viejos laureles… bailando Despechá… canturreando la letra como si supieran lo que dice Rosalía. Son como esos buitres leonados que filmaba Félix Rodríguez de la Fuente. Les falta la música del Hombre y la Tierra de fondo. No es pena, no me dan pena, me dan miedo. Porque no son conscientes de lo viejos que están y de lo joven que es el mundo.

Ayer me compré un chándal. Es lo más parecido a hacer deporte que he hecho en los dos últimos meses. Yo pago la cuota del gimnasio como se paga la póliza de decesos, con la esperanza de no tener que usarlo nunca. Y luego veo a Enrique Ponce. A Leonardo di Caprio. A Gerard Piqué. Qué entusiasmo, de verdad. Yo a las once estoy en el sofá como una momia. El Netflix ya no sabe qué ofrecerme. Me duermo antes de que salga el título de la película. Donde voy yo con una novia más joven. De qué hablo. Querrá ir de festivales, querrá que nos compremos una furgoneta y durmamos al raso. Dónde voy yo sin mi almohada, sin mi batita de boatiné de andar por casa. Si me tomo dos cervezas y estoy piripi ya, que con dos cañas veo los gorriones como pavos.

Yo entiendo que haya hombres de mi edad que quieran tener una novia joven. Pero hacéroslo mirar. No renta. No estamos para esos trotes. Me estarás escuchando y estarás pensando: “Yo sí, yo sí”. Pues ánimo, chaval. Que mientras tú estés comiendo gyozas un viernes por la noche antes de ir a una discoteca a hacer cola, bailar canciones de Bad Bunny y tomar tequila de fresa, yo estaré con mi pijamita de franela, viendo el Sálvame, comiendo rufles yorkeso y bebiéndome una Steinburg. Cada amor tiene su tiempo.

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