'Crónicas perplejas': “El Camino de Santiago es un equilibrio entre lo que deseamos y lo que perdimos”
Habla Antonio Agredano del Camino de Santiago y de su significado
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".
El dolor es un aprendizaje. El dolor es un maestro cruel. Hay una didáctica sombría en el crujir de los huesos, en las ampollas en los pies y en la quemazón en la base de la espalda.
El Camino es, sobre todo, un encuentro con nosotros mismos. Con nuestra luz y con nuestra opacidad. Muchas horas compartiendo espacio con nuestro silencio. Cada paso tiene un sentido. Cada suspiro. Cada encuentro. Y cada gota de sudor deslizándose hasta la mejilla desde la frente. Todo pasa por algo.
Quiero creer, no estoy seguro, pero quiero creer, que cada paso que damos está cargado de razones. Ya sabemos que las estrellas no vagan errantes por el universo, sino que tienen sus coreografías, sus ritmos y sus órbitas.
Las personas tenemos también nuestra cosmología. Y la fe es una forma de ordenar nuestros miedos y nuestras esperanzas. De poner cada cosa en su lugar. De evitar que el caos y la melancolía lo invadan todo.
Caminamos porque la vida es movimiento. Y desamor. Y decepciones. Pero también brillantes alegrías. La felicidad es un sol en torno al que giramos disciplinados y expectantes.
El Camino de Santiago, que atraviesa una naturaleza en calma, es un abrazo a nuestras contradicciones. Una pausa de nuestros días. Es un equilibrio entre lo que deseamos y lo que perdimos. Un balance de lo que somos. Un viaje hacia nosotros mismos.
Todo pasa. Hoy más que nunca pienso que todo pasa. Porque la vida es camino. Y es el camino el que elige a sus caminantes y no al revés. Es la tierra la que decide quien la pisa. “Así es como se va a las estrellas”, escribió Virgilio.
Por una vía áspera, extensa, dura a veces; pero donde el entusiasmo y la convicción dejarán huellas que ni el viento ni el tiempo podrán borrar.