'Crónicas perplejas': El chiringuito es a las vacaciones lo que los goles al fútbol"

Habla Antonio Agredano de los chiringuitos, de los que dice que son "una celebración de lo que somos"

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La pasión de Antonio Agredano por los chiringuitos en sus 'Crónicas perplejas'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".

Yo querría que las playas estuvieran alicatadas. Que la arena no existiera. Yo querría temperaturas suaves y eternas. Que no hubiera demasiado ruido. Que los chicos que juegan a las palas lo hicieran a un kilómetro de mí. Yo soy un clásico pejigueras de costa. De esas personas que, si saben que van a ir a la playa, se van quejando desde bien temprano.

Pues bien, para personas como yo, se creó el chiringuito. El chiringuito es como el Partenón. Allí, erigido sobre la colina sagrada de la Acrópolis. Con sus neveras llenas de helados, con sus grifos de cerveza, con sus freidoras funcionando a toda potencia, con ese olor que mezcla el mar, con la crema solar, con el aceite requemado. Esa fragancia que debería llamarse Gotas de Felicidad Veraniega.

Desde aquellos chiringuitos de mi infancia, con los espetos sobre platos de plástico, con el valgas fresquito, con aquellos camareros de camisa blanca y pantalón negro; a estos chiringuitos de ahora, con jóvenes bellísimos al otro lado de la barra, sirviéndonos mojitos tan azucarados que escandalizarían al ratoncito Pérez.

Hay un chiringuito para cada estado de ánimo. De las paellas a la música house. De la caña tan helada que se desliza sola sobre la barra metálica, al coctelero con chalequito y gorra que te prepara uno de esos negronis que, al menos a mí, nos tumban como si nos los sirviera Myke Tyson con un crochet al mentón.

Los chiringuitos son museos de la cotidianidad. Su bullicio es la música de mis veranos. Los chiringuitos son un lugar para el amor y para el reencuentro. En un chiringuito puedes hacer las paces con tu padre o emborracharte con aquel amigo de la adolescencia con el que rompiste hace años.

El chiringuito es a las vacaciones lo que los goles al fútbol o los colores a la pintura. Una celebración de lo que somos. Con sombras, con luces, con tragos fríos y con ese aroma que nos traslada, directamente, a los días felices que fueron y a los que están por llegar.

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