‘Crónicas perplejas’: “La noche es el refugio de los que dudan; es terrible, pero cálida”

Habla Antonio Agredano de lo complicado que es conciliar el sueño

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Antonio Agredano y sus problemas para conciliar el sueño en sus 'Crónicas Perplejas'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

Aunque haya ido al baño tres veces antes de acostarme, en torno a las cuatro de la madrugada tengo que ir a hacer pipí. Esto de joven no te lo cuentan. Como duermo en calzoncillos, y estos días hace frío, atravieso los pasillos como Scott en la Antártida. Intento no hacer ruido. Uso el móvil de linterna para no despertar a los bambini. La escena es poco edificante. Pero lo peor viene ahora: Cuando vuelvo a la cama no me espera de nuevo el plácido sueño, sino esa cosa tan adulta que es darle vueltas a la cabeza.

Los dígitos rojos de mi reloj-despertador avanzan mientras pienso en el futuro, en el pasado, en lo que me queda por hacer y en lo que ya jamás podré arreglar. En la noche, por culpa de esa irresistible y nocturna meada, pienso en si mis hijos son felices. Pienso en la salud de los míos. En las cosas que tengo pendientes en el trabajo. Escucho las sirenas. Los chavales que vuelven a casa tras sus marchas. Tan lejanas, tan añoradas. Y yo me giro con suavidad, palpo el edredón para ajustarlo a mi cuerpo, y miro la hora pensando en que en tres horas sonará la alarma y comenzará a girar la rueda del hámster. La vida no se detiene. La vida no titubea. Por eso la noche es el refugio de los que dudan. La noche nos trata con clemencia. La noche es terrible, pero cálida.

Jamás pensé que hacer pipí fuera tan peligroso. Al final, el sueño, con dificultad, me vence. Y la mañana arranca con todo su esplendor de niños quejándose antes de entrar el colegio, mi vieja moto, a la que le cuesta arrancar, los peatones que cruzan por donde no deben, el encuentro con este micrófono, saber que me estáis escuchando, los nervios idénticos a los del primer día. Y el vértigo del día, que en nada se parece al de la noche. Porque en la noche, cuando todos duermen y nosotros estamos despiertos, nos damos cuenta de repente de lo pequeños que somos. De lo absurda y maravillosa que es la vida. De lo rápido que va todo.

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