'Crónicas perplejas': “Quiero volver a otro tiempo donde me miraba al espejo sin hacerme un selfie"

Habla Antonio Agredano de la tecnología antigua y de lo que hemos cambiado

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Antonio Agredano y lo dependientes que somos de la tecnología para nuestro día a día

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".

Esa funda de cuero que se ponía en el cinturón y donde se guardaba el Nokia. Esa funda, yo la echo de menos. Como echo de menos mirar la quiniela en el Teletexto. Como echo de menos llamar a casa de mis amigos y que lo cogiera su madre. Como echo de menos los walkitalkies esos que se vendían en los bazares con un robot dibujado en la caja. Con el botón naranja para comunicarnos en morse, que ya ves lo que sabíamos de morse.

El presente está bien. El futuro, ya veremos. Pero el pasado es algo maravilloso. Es cómodo, es calentito. El pasado es como sentarnos en una mesa camilla emocional. Con el brasero apuntándonos. Tapaditos hasta el cuello. Eso es la nostalgia, al fin y al cabo. Esa seguridad. Porque el pasado no sucede dos veces. Y eso, para los que tendemos a meter la pata, es hasta cierto punto agradable.

Tumbarse en la cama. Ponerse el discman encima del pecho. Escuchar discos que hoy nos darían vergüenza. Echo de menos hasta olvidar bajar el pestillo de mi puerta en el Seat Málaga. Echo de menos incluso el ruido de mi ordenador Amstrad de pantalla verde cuando cargaba los juegos en cinta que compraba en Galerias Preciados.

Ahora, hasta para abrir un vino necesitamos un cacharro eléctrico. Tengo toda la casa llena de cargadores, clavijas, cables, aparatejos con lucecitas. Yo quiero volver a ese Nokia en su funda de cuero, metido en el cinturón. Y cuando llegue el momento, ponerme un pantalón de pinzas, unos calcetines blancos y unos zapatos marrones y salir a la calle a ver cómo van las obras.

Yo quiero volver a otro tiempo en el que podía mirarme en el espejo sin necesidad de hacerme un selfie. Yo quiero llamar al porterillo de mis amigos. Yo quiero pelar la pava en una cabina. Yo quiero comerme una tapa de ensaladilla en la barra metálica y no pararme a hacerle una foto y etiquetar al bar en Instagram.

Yo quiero tener una conversación que no sea interrumpida diez veces por las alertas del móvil. La nostalgia es como un castillo hinchable en el que nos caemos de culo y de la risa que nos da no podemos levantarnos.

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