'Crónicas perplejas': “En verano suele cometer el peor pecado posible: tratar de innovar. Hacer locuritas”
Habla Antonio Agredano de la ropa que utilizamos en verano, de cómo vestimos y cuáles son las posibilidades que tienen los hombres
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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas"
Para un hombre, es muy difícil mantener la dignidad en verano. Las mujeres tienen esos vestidos suaves, frescos, de tonos pasteles, con ese bonito vuelo que da la brisa en el paseo marítimo. Tienen las blusas de lino. Tienen estampados tropicales, bikinis color oliva y dorado… Pero los hombres, ¿qué tenemos los hombres? ¿Las bermudas con bolsillos? ¿Las camisetas de Capitán América? En serio, ¿qué tenemos los hombres? ¿Las sandalias con correa en los tobillos y cierre de velcro? ¿La gorra de publicidad de Clesa? ¿Los bañadores turbopaquete? ¿Las camisas hawaianas? Digo más: ¿Son las camisas hawaianas el último y frágil asidero que tiene un hombre de mediana edad, antes llamados puretas, para tratar de agarrarse a su tímida irreverencia juvenil?
Yo no vivo el verano, yo sobrevivo al verano. A veces desearía haber sido heavy, para no tratar de adaptarme a este clima, para morir de negro impoluto, con calor, con ideas fijas, pero con dignidad. Pero la gente que no es heavy, en verano suele cometer el peor pecado posible: tratar de innovar. Hacer locuritas. Como diciendo: mira qué temperaturas, probemos estas bermudas rosas con esta camisa de lino color pomelo. Probemos esos pantalones bombachos blancos con esa camisa negra abierta hasta el pecho y esas cadenas de oro con una cruz celta. O decir: ¿Vamos a la playa? Quizá me compre unas gafas de sol redondas, un gorro de pescador y una camiseta de tirantes con estampado de flores.
El verano no es una coartada. Los grados centígrados hacen sudar, pero no afectan a la vista. Yo he hecho todo lo malo que puede hacer un hombre en esta estación. Desde las sandalias de cuero a los collares de bolitas de colores. Desde las trencitas cuando tenía el pelo largo hasta el vaquero bermudita estrecho. Yo he pisado el infierno, pero aquí estoy.
Y estoy aquí para lanzar un mensaje: hay algo peor que un pantalón pirata. Y ese algo es no ponértelo por el que dirán. Los veranos son nuestros. Vamos a conquistarlos hechos un cromo. Ser hortera no es una frontera, ser hortera es un estado de ánimo.
Porque los veranos se viven por dentro. Porque somos la alegría y el desconcierto.