Una muñeca de una niña muerta era la más vendida en el siglo XIX: desnuda y basada en una historia

Las Frozen Charlotte, de porcelana o bisque, fueron producidas entre 1850 y 1920 y la historiadora Ana Velasco revela el motivo de su popularidad

José Manuel Nieto

Publicado el

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En el siglo XIX, un tipo de muñeca de porcelana cautivó la imaginación y, al mismo tiempo, el temor de la sociedad victoriana: las Frozen Charlotte. Este juguete, que en un primer vistazo parece inocente, esconde una historia macabra y trágica que no deja indiferente a nadie. A pesar de su apariencia dulce y delicada, estas muñecas, desnudas y sin articulaciones, fueron uno de los objetos más vendidos entre 1850 y 1920. Pero, ¿qué hay detrás de su éxito? La historiadora Ana Velasco, en una conversación con el periodista Alberto Herrera en el programa Herrera en COPE, nos ofrece una perspectiva única sobre estas curiosas piezas de la historia.

Las Frozen Charlotte no eran solo muñecas; eran símbolos de una leyenda de la época victoriana. Su nombre proviene de la balada "Fair Charlotte", que fue popularizada por el poema de Elizabeth Oakes Smith. La historia cuenta cómo una niña llamada Charlotte murió congelada después de rechazar cubrirse adecuadamente mientras viajaba en trineo en un frío día de invierno. La balada refleja la moralidad estricta de la época, donde las consecuencias de no seguir las normas sociales y de vestirse apropiadamente podían ser fatales. Esta tragedia inspiró la creación de estas muñecas de porcelana, que representaban a una niña muerta, algo que parecía resonar profundamente con las sensibilidades de la época.

Las Frozen Charlotte se fabricaban principalmente en porcelana o bisque, un tipo de cerámica que, a pesar de ser frágil, permite un detalle minucioso en la escultura. Su principal característica es que estaban hechas en una sola pieza sólida, sin articulaciones. Esto les otorgaba una apariencia inerte, casi inquietante, especialmente cuando se comparaban con las muñecas de la época, que sí tenían partes móviles. A pesar de su pequeño tamaño –algunas no superaban los pocos centímetros de altura–, estas muñecas eran lo suficientemente populares como para ser producidas en masa.

Las muñecas Frozen Charlotte

El hecho de que fueran muñecas desnudas, sin vestimenta alguna, se puede interpretar de varias formas. Algunos historiadores sugieren que esta desnudez estaba relacionada con el concepto de pureza infantil o, quizás, con el sentido de vulnerabilidad que evocaba la historia trágica de Charlotte. De hecho, muchas de estas muñecas tenían un diseño simplificado, sin detalles ornamentales, lo que las hacía más accesibles y asequibles para las clases más bajas.

Su popularidad y uso en la sociedad victoriana

Las Frozen Charlotte fueron muy populares entre los niños, especialmente entre aquellos de clases menos favorecidas. Su precio accesible permitió que muchas niñas pudieran comprar una muñeca, incluso con su propio dinero. Durante la era victoriana, las muñecas eran más que simples juguetes: a menudo se utilizaban en rituales y tradiciones, como amuletos en los pudines de Navidad, donde se ocultaban dentro de la mezcla como augurio de buena suerte. Además, las versiones más pequeñas de las muñecas se utilizaban como decoraciones en casas de muñecas, donde, por su tamaño diminuto, se integraban perfectamente en los escenarios que los niños construían.

En algunos casos, las Frozen Charlotte incluso tenían una parte posterior sin esmaltar, lo que les permitía flotar en el agua, convirtiéndolas en una especie de juguete acuático. Aunque producidas en Alemania, estas muñecas llegaron a ser muy populares en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos y el Reino Unido, donde se produjeron en grandes cantidades.

      
             
      

La historiadora Ana Velasco, durante su intervención en Herrera en COPE, ofrece una reflexión sobre el atractivo misterioso y macabro de estas muñecas. En un momento en el que la vida y la muerte estaban muy presentes en el imaginario colectivo, las Frozen Charlotte parecían ser el reflejo de una cultura victoriana obsesionada con el control social y las consecuencias de desobedecer las normas. Las muñecas, por su parte, representaban la inocencia perdida y el eterno recordatorio de la fragilidad de la vida.

Ana Velasco

En cierto modo, las Frozen Charlotte también podrían verse como una forma de enfrentarse a la muerte, un recordatorio de que la vida es efímera, y que incluso los juguetes más inocentes pueden estar vinculados a las emociones más oscuras de la humanidad.

Una huella en la historia del juguete

A lo largo de las décadas, las Frozen Charlotte han adquirido un carácter casi mítico. Su producción, que cesó a principios del siglo XX, ha dejado una huella en la historia del juguete y se ha convertido en un objeto de colección muy cotizado. Los modelos más raros, pintados de negro o con detalles especiales, alcanzan hoy precios exorbitantes en subastas.

      
             
      

A pesar de su triste origen y su apariencia inquietante, las Frozen Charlotte continúan siendo un símbolo del siglo XIX: una época marcada por el control social, el misticismo y la fascinación por la muerte, todo ello encapsulado en una pequeña muñeca de porcelana que, en su simpleza, cuenta una historia mucho más compleja de lo que uno podría imaginar.

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