Luis del Val sobre los últimos 270 días de pandemia: "Hambre de abrazos, anhelos de besos y frustración"

Afirma el profesor que "es egoísta decirlo cuando hay gente que ha perdido la vida, pero no puedo desterrar esta añoranza, este desconsuelo"

Luis del Val

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Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPE" en todo los abrazos, conversaciones, besos que no ha podido dar en los últimos 270 días, los que llevamos de pandemia:

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"Tengo hambre de los abrazos que no he dado desde hace 270 días. Tengo anhelos de los besos de mariposa que no me han proporcionado mis nietas; de los brazos enlazados en el paseo para estar más juntos, de mis hijos; de los apretones de manos, que nacieron para demostrar que no había dagas traicioneras, y que se convirtieron en Occidente en la demostración de la paz y del afecto.

Ojalá que la Providencia me permita volver a abrazar, y tornar a sentir el aleteo volátil de unos labios infantiles y apresurados en la mejilla, pero serán otros abrazos y otros besos, porque habrán pasado nueve meses, y nueve meses es lo que tarda un embrión en ser persona.

Tengo una nostalgia que me envuelve de esa comida de Navidad, donde podía gastarle una broma a Carlos Herrera, y lanzarle un piropo a mi admirada María Luisa Nuñez, y un requiebro a Pilar García Muñiz, y un comentario torero a Sixto Naranjo, y otro futbolístico a José Antonio Naranjo -que todavía no se ha arrepentido de haber presentado una novela mía en Sevilla- y una ironía a Naranjo Tercero, Antonio, que está ya en último curso de sarcasmo, y va a más.

Tengo añoranza de esa liturgia, previa a la Nochebuena, donde le preguntaba de amores a Rocío Fernandez, de noticias a Araquistáin, de resultados contables a Julián Velasco, y le podía hacer una broma al presidente del consejo, Fernando Giménez Barriocanal, porque los curritos sabemos que en cualquier otra ocasión puede ser peligroso.

Y me inunda una triste frustración, porque ya nunca podré sentir el abrazo cálido y afable de Enrique Múgica, ni el de José María Calleja, ni a tantos otros, menos conocidos, que ya no están en el Registro Civil, por causas ajenas a su voluntad.

Tengo hambre de los abrazos que no he dado y de los que nunca podré volver a dar. Tengo melancolía de días que creo que he perdido, y es egoísta decirlo, porque muchos han perdido la vida, pero no puedo desterrar esta añoranza, este desconsuelo, este abatimiento por unas costillas sin apretar, por unos hombros sin enlazar, porque en estos 270 días me he dado cuenta de que eso, precisamente eso, es la vida".

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