Luis del Val: “A Garci, como le sucede a Woody Allen con Nueva York, le parece que en Madrid está el mundo”

José Luis Garci recibe la Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Mi amigo y compañero Basilio Rogado me presentó a José Luis Garci, en 1983, recién regresado el cineasta de traerse el primer Óscar que recibía una película española. A los pocos días, no recuerdo porqué, me encontré en el piso de la calle Prim, encima de un restaurante vasco ya desaparecido, y allí estaba la estatuilla, que la acercó a mis manos y me recomendó que la tomara, porque me traería suerte. Debió tener razón, porque han pasado casi cuarenta años y no me ha ido mal del todo.

A Garci, como le sucede a Woody Allen con Nueva York, le parece que en Madrid está el mundo, bueno, casi todo el mundo, porque también existe Asturias.

Garci, además de realizar buenas películas, escribe muy bien con un estilo directo, efectivo, muy a la norteamericana, donde puede que se note la influencia de los Raymond Chandler y demás familia.

A mí Garci me alegra en los encuentros y me emociona en sus películas. En ‘Tíovivo’, la película que es el retrato más certero y profundo de nuestra posguerra, incorpora una soleá de su amigo, y mi admirado Manuel Alcántara, que es el colofón de un pasado que vivimos: “Corrían muy malos tiempos, pero vistos desde ahora, puede que fueran los nuestros”.

En el tiempo de hoy, en el día de hoy, José Luis Garci va a recibir la Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid. Dice el escritor y cineasta que esa medalla es de muchos. Bueno, algo de González Sinde, de Antonio Mercero, de José Luis López Vázquez, de María Casanova, de Alfredo Landa, de José Esteban Alenda… Pero esa medalla es tuya, Jóse, y te la has ganado por tu esfuerzo y tu talento, y lo único malo que tiene es que no hay combate de boxeo en el Campo del Gas, y que no puedes llamar a Manolo Alcántara para ir juntos. Unos se mueren y todos nos hacemos mayores. Pero me acordaré siempre de ese niño que fuiste, y del asombro que te produjo, en El Retiro, el primer beso de una chica, el primer beso de amor de tu vida, al comprobar que, al revés de lo que sucede en el cine, en la vida real no suenan las cuerdas de los violines. Enhorabuena Jóse. Hay que celebrarlo, aunque sea sin sal en la comida.