Luis del Val: "Las urnas no son el bálsamo de Fierabrás que anula los efectos de la prisión"

Luis del Val

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La Abogacía del Estado de la República de Cataluña… Perdón, perdón, me he confundido, debería haber dicho la Abogacía del Estado, del Estado español, claro, porque la República de Cataluña no existe, pero es que la Abogacía del Estado muestra tal entusiasmo por los políticos secesionistas en prisión que hay ocasiones, como ésta, que me confunden. El último descubrimiento ha sido que, en su opinión, Oriol Junqueras debería salir de prisión, recoger su acta de diputado y marcharse a Bruselas a comer mejillones con Puigdemont, terrible condena porque Puigdemont y Junqueras se llevan fatal.

Si Junqueras fuera diabético, y hubiera ganado las elecciones, seguiría siendo diabético después de ganar las elecciones, porque la falta de insulina del páncreas no se cura con las urnas, como no altera las características personales y circunstanciales de las personas, de tal manera, que tras salir elegidos por las urnas, tanto los ganadores como los perdedores siguen siendo igual de altos, igual de bajos, igual de listos o igual de tontos. Y si una persona está en prisión preventiva, acusado de un grave delito, pase por las urnas o no, seguirá siendo un político preso por sus responsabilidades en un grave delito, que está pendiente de sentencia. Las urnas ni curan, ni sanan, ni anulan sentencias, ni cambian las circunstancias, ni hacen a la gente más rica o más pobre… Bueno, aquí me he pasado,  porque algunos, después de las urnas y, en el ejercicio delictivo de sus responsabilidades, la verdad es que han enriquecido su patrimonio.

Pero las urnas no alteran ni la sustancia, ni las circunstancias. Y la inmunidad parlamentaria, que defendemos muchas personas, no tiene ningún carácter retrospectivo, y se aplica sobre las consecuencias del ejercicio parlamentario, no sobre las actuaciones anteriores. Y, antes de presentarse a las elecciones, cometió unos actos de rebelión o sedición, el tribunal dirá, por lo que se encuentra en prisión, y el resultado electoral no puede variar su carácter de preso,  como no variaría una  diabetes, si la tuviera, la habilidad para jugar a las cartas, o su tendencia a almacenar grasas.

Los presos, sean preventivos o como consecuencia de una sentencia, tienen que cumplir con el reglamento carcelario, y no pueden salir de la cárcel para ir a trabajar  de parlamentarios a Bruselas  o de trompetistas a un club nocturno, porque las urnas no son el bálsamo de Fierabrás, que sana los dolores, anula los efectos de la prisión y convierte al elegido en un modelo para esculpir apolos, o en vituoso trompetista. Y esto, más que un argumento jurídico, es la mera aplicación del sentido común, ese sentido común que parece que no abunda en la Abogacía del Estado. Ya admitimos de ese colectivo legal que pulpo fuera animal de compañía, o sea que el golpe de Estado fue un amago de sedición, pero sería demasiado que a un preso se la aplicara la amnistía de las urnas, figura que no existe en ningún ordenamiento jurídico del mundo.

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