Luis del Val: “Malditos sean los egoístas abyectos que juegan con la vida de los demás”

Habla el profesor de la actuación del Gobierno, del desprecio, a los Servicios de Inteligencia

Luis del Val

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Ojalá no ocurra. Deseo fervientemente que eso no se produzca, y que no tengamos que volver a las lágrimas, al luto, a los minutos de silencio, y a ser testigos, otra vez, del revoltijo de los cuerpos destrozados de un puñado de españoles, víctimas de terrorismo.

Porque lo peor, con ser muy grave, no es que cesen a una importante funcionaria por haber cumplido con su deber. Es muy terrible desmoralizar a los servicios de información que -repito- no son unos oficinista siempre sentados con unos auriculares y un ordenador, sino gente que habla árabe a la perfección, y ruso, y muchos otros idiomas, y con una documentación falsa se introduce en las células terroristas, y se juega la vida y, en ocasiones, la pierde, sin que se enteren la mayoría de sus compañeros, porque sólo se le informa a la familia. Ya es grave desmoralizar a unos soldados sin uniforme, pero con orgullo, viéndoles cómo se desagradecen los servicios prestados a sus jefes, por haber actuado con lealtad. Ya es grave, esta ignominia, este desprecio, este oprobio, esta actuación indigna de un Gobierno sin un ápice responsabilidad.

Lo peor, lo terrible, es que los servicios de información occidentales, al ver que en España se castiga a quienes han vigilado a los secesionistas que negociaban con el Psicópata de Moscú -en este momento la gran preocupación de Occidente- recelen de intercambiar información como han venido haciendo hasta ahora, porque, además, saben que quienes han negociado con el enemigo número 1 de Occidente, mandan y se encuentran en las comisiones de control de los servicios informativos. Y ese recelo, esa lógica desconfianza, azuzada y estimulada por un Gobierno de un egoísmo que podría ser letal, motivará un retraso en la aportación de datos a nuestros servicios, y ese retraso podría ser la causa de un acto terrorista que, con un Gobierno que no persiguiera a quienes le protegen, se podría haber evitado. Ojalá no vuelva a suceder, ojalá no retornemos a los funerales. Porque esas víctimas podrían ser cualquiera de nosotros, cualquiera de los nuestros, y siempre serán los nuestros porque serán españoles. No es un juego político: es un egoísmo depravado, que se puede convertir en un egoísmo asesino. Malditos sean los egoístas abyectos que juegan con la vida de los demás.

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