Luis del Val: "Si Superman era el héroe de los tebeos, Bahamontes nos parecía el guerrero del antifaz"
El homenaje del profesor a una de las mayores leyendas del ciclismo mundial, Federico Martín Bahamontes, fallecido este martes
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Luis del Val pone el foco de 'La Imagen del Día' de 'Herrera en COPE' en Federico Martín Bahamontes, primer español en ganar un Tour de Francia, fallecido este martes a los 95 años:
En las noches de los viernes, sábados y domingos, es difícil pasear por una ciudad española sin cruzarse con un repartidor de comida, bien en una renqueante moto, que apesta a gasolina mal quemada, bien pedaleando en una bicicleta.
Tengo la impresión de que son los esclavos capitalistas del siglo XXI, y nadie sabe si tienen o no seguridad social.
En la España de la larga posguerra, de hambre y miseria, había un chico, en Toledo, que repartía mercancías tirando de una bicicleta. Ir en bicicleta por Toledo, no es lo mismo que hacerlo por Ámsterdam, donde te puedes encontrar a una octogenaria pedaleando con la misma naturalidad con la que lo hacía 76 años atrás.
Aquel chico de Toledo se llamaba Federico Martín Bahamontes, y de la misma manera que Manolo Santana nos presentó el tenis a los españoles, Bahamontes popularizó el ciclismo y creó afición. Hombre, las cuestas de Toledo, no son el Puy de Dome, pero las piernas de Bahamontes llevaban entrenándose varios años, por razones de pura necesidad.
Si Superman era el héroe de los tebeos, Bahamontes nos parecía el guerrero del antifaz en pantalón corto. Y recuerdo las tardes de radio y emoción, su brillo en las etapas de montaña, donde siempre llegaba el primero, pero, luego, en la bajada, al final era alcanzado, creo que porque en Toledo, las cuestas hacia abajo se pedalean con precaución, porque siembre había gente por las calles.
En los primeros años de este siglo, cuando el lío del dopaje ya era algo habitual, recuerdo que un ciclista me dijo, muy serio: “No te creas que el Puy de Dome se sube con dos platos de spaghettis y tres plátanos”.
Ignoro el régimen de los ciclistas, pero estoy seguro que, en aquellos años, donde lo que se echaba en falta era la comida, el dopaje les debería sonar a los corredores españoles, algo así lo que a un hambriento le parecería una advertencia sobre la incorrección de llevarse la paleta de pescado a la boca.
España pintaba poco en el mundo. Y Di Stéfano no era español. Así que Bahamontes nos devolvió algo del orgullo olvidado, y nos informó, debidamente, que el esfuerzo individual puede tener premio y ser reconocido.
Y este fin de semana, cuando vea a un repartidor de comida sobre una bicicleta, tendré la esperanza de pensar que ese esclavo podría llegar a ser un Bahamontes.
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