La ácida crítica de Luis del Val a Lluis Llach
El tertuliano de COPE cree que el cantante se ha convertido con el paso de los años en un "secesionista con tintes folclóricos"
Madrid - Publicado el - Actualizado
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He admirado mucho a Lluis Llach y le he aplaudido. Sus conciertos, tras la muerte de Franco, después del exilio y de no poder cantar un puñado de canciones, que también estaban prohibidas en las emisoras de radio, fueron acontecimientos fervorosos que sumaban multitudes. Pero Lluis Llach ha evolucionado. En realidad, está acostumbrado a evolucionar. Nieto de un acérrimo carlista e hijo de un médico, que fue alcalde franquista en su pueblo durante muchos años, debió evolucionar mucho para volverse antifranquista, y, después, en una vuelta de tuerca, en un secesionista con tintes folklóricos, que han logrado llamar la atención.
Que llevara gafas amarillas y correa amarilla en el reloj, cuando se presentó como testigo ante el Tribunal Supremo, no me sorprendió, porque no iba a llevar amarillos los calzoncillos puesto que nadie los iba a ver, a no ser que se bajara los pantalones delante de los magistrados. Lo que sí me llamó la atención fue su declaración enfática de ciudadano homosexual independentista, que es algo así como si la tendencia sexual fuera consustancial con el secesionismo.
Me imagino que habrá secesionistas homosexuales y heterosexuales, ya que me cuesta imaginar que el secesionismo esté repleto de personas que se atreven a salir a la calle con la estelada, pero no se atreven a salir del armario. Vivimos en una democracia y la tendencia sexual no es un elemento distintivo en los testigos de un juicio, como no lo son las aficiones, fe religiosa, etcétera. Me cuesta imaginarme a una persona declararse ante un tribunal como ciudadano filatélico nacionalista o ciudadano hipertenso nacionalista.
Lo único que importa en un juicio es la profesión si tiene que ver con un dictamen técnico, y por eso se le pregunta al forense si es forense, pero al tribunal no le importa nada si el forense es homosexual, heterosexual, violinista a tiempo parcial o si se echa a llorar en el segundo movimiento de la Quinta de Beethoven.
Lluis Llach ha sufrido la persecución de la 'Dictadura', de la misma manera que gozó de sus beneficios, siendo un niño que, en su pueblo, era, a la vez, el hijo del médico y del alcalde, en una etapa en la que los médicos eran una clase respetada socialmente y los alcaldes eran una autoridad indiscutible.
Comprendo su evolución, y que el exilio no proporciona demasiada tranquilidad para discurrir, pero muchos más años estuvo en el exilio Josep Tarradellas y siempre conservó la cabeza en su sitio.
Los nacionalistas de ahora o dan muestras de no tener la cabeza en su sitio o de no controlar la mano cuando va camino de la caja.
Y me produjo una triste decepción contemplar a aquél héroe de mediados de los setenta, al que yo había aplaudido con emoción, convertido en un fanático camino de llegar a ser un paradigma del tonto contemporáneo. Menos mal que siempre nos quedará Joan Manuel Serrat para endulzar la nostalgia.