Luis del Val: "Irene Montero pasea poco por las ciudades porque es deprimente ver las persianas bajadas"

"El problema no es caer en la melancolía, sino esta desconfianza", dice el profesor

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Del Val: "Irene Montero pasea poco por las ciudades porque es deprimente ver las persianas bajadas"

Luis del Val

Publicado el 31 ago 2020, 09:34 - Actualizado 31 ago 2020, 09:56

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Luis del Val se fija, este lunes -en su primera imagen del día en "Herrera en COPE" de la nueva temporada radiofónica-, en lo que se han convertido nuestras ciudades tras ser arrasados los comercios por la pandemia del coronavirus:

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"El viernes di una vuelta con mi mujer por las calles céntricas de la ciudad en la que vivimos. Tengo comprobado que, los dos o tres días anteriores al comienzo de septiembre, ha vuelto la inmensa mayoría de los empadronados, y se proyecta una especie de alborozo, donde se mezcla la satisfacción por las vacaciones pasadas con la esperanza ofrendada en el altar del nuevo curso.

Es deprimente contemplar tantas persianas bajadas, tanto "SE ALQUILA"

No observé esa alegría y, encima, el domingo, no hubo ningún problema para encontrar mesa en los restaurantes que suelen estar abarrotados. Pero lo más deprimente del paseo del viernes fue contemplar las persianas bajadas, los ajados carteles de las enésimas rebajas, y esas otras despedidas que escuetamente dicen: “cierre por jubilación”, o ese letrero de dos palabras donde lees un lacónico “se alquila”, y, tras los sucios cristales, la visión de un local desguazado donde sólo queda un girón de papel pintado que se desmaya sobre la pared, como símbolo de un fracaso comercial. Aquí había una peluquería, y una chica, llamada Nuria, muy simpática. Aquí, una agencia de viajes, en la que un tipo alto de cabello rizado sabía mucho de cómo recorrer Egipto.

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Irene Montero pasea poco por las ciudades

Irene Montero, la que habla de recuperación económica a la vuelta de una esquina otoñal, debe pasear poco por las ciudades, pero es el comercio el termómetro que marca la temperatura de la alegría económica, la estación terminal donde ves el rostro de la prosperidad o de la estrechez. Pero el problema no es caer en la melancolía, sino esta desconfianza, avalada por los hechos, después de que cada día te cambien la información por la propaganda, la verdad por el embuste, la apariencia por la realidad. No es la melancolía por el bienestar perdido, es la desesperanza de comprobar que te siguen hablando como si fueras un tonto contemporáneo que todo se lo va a creer".