Luis del Val: "Marcos de Quinto tiene una gran fortuna porque un día se la jugó"
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Acabo de leer el libro que Marcos de Quinto tuvo la cortesía de dedicarme, “Notas desde la trinchera”, donde narra algunas de sus peripecias como ejecutivo de Coca Cola, primero en España, luego en Europa y Asia, y, más tarde, como alto ejecutivo mundial. La lectura es amena y está llena de reflexiones sobre las circunstancias que rodean a los directivos. Y acabé la lectura el mismo día en que se difundió que Marcos de Quinto era el hombre más rico de entre los diputados del Congreso. Un patrimonio que no proviene de atracos a bancos, o de recalificaciones urbanísticas. La fortuna de Marcos de Quinto procede de más de tres decenas de años dedicados a su empresa, a la que ha proporcionado enormes beneficios. Por ejemplo, en las olimpiadas de Barcelona, a Marcos de Quinto se le ocurrió que, además de Coca Cola su empresa ofreciera una bebida isotónica. Sus jefes no estaban muy convencidos, Marcos de Quinto se la jugó, y hoy el Aquarius es una bebida que se consume en todo el mundo gracias al avispado ingenio de este hombre que, sin otra ambición que la de servir, apartado de las labores de dirección, ha decidido poner su tiempo y su talento al servicio de la sociedad, que ese, y no otra, debería ser el objetico de cualquiera que se acercara a la política.
Marcos de Quinto ha vivido mucho tiempo en Estados Unidos, y allí, y nos sorprende a todos la primera vez, una de las preguntas que te puede soltar una persona a la que te acaban de presentar, y que pertenece al mismo gremio, es cuánto ganas al año. No es curiosidad malsana, sino un dato para situarte jerárquicamente en qué puesto ocupas dentro de la empresa. Aquí, en cambio, es algo que se considera una descortesía, porque pertenece a nuestra privacidad. Salvo si eres diputado, porque entonces hasta el vecino de enfrente, con el que, a lo peor, ni te hablas, tiene derecho a saber el dinero que tienes en el banco, tu fondo de pensiones, y si posees un apartamento, o un piso en alquiler, o unas acciones. Se dirá, es para luchar contra la corrupción. Bien, pero ¿por qué no sabemos el patrimonio de los generales qué deciden qué armas se compran o la cuenta corriente del juez que decide si un narcotraficante debe pagar 50 millones de euros o tres mil euros de multa o si debe o no ir a la cárcel? Los datos de los diputados deberían pertenecer a una comisión interna del Congreso, y a la que sólo pudieran acceder los otros diputados a petición razonada. Sería igual de eficaz, y evitaría que personas de valía como Marcos de Quinto, pero amantes de su privacidad, decidieran no meterse en la política activa para no exponerse al sol. Porque ahora no se le recordará como el promotor de que, hoy, cada año, centenares de alumno españoles compitan en los premios Buero de Teatro joven, sino que a partir de la envidia y el resentimiento pasará a ser, injustamente, el Epulón del Congreso de los Diputados.