Luis del Val: "El paro no sólo lo carga el diablo, sino sindicalistas trasnochados"
Ya puedes escuchar la 'Imagen' del colaborador de 'Herrera en COPE' de este jueves 2 de mayo de 2019
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Los sindicatos son absolutamente necesarios y su aparición en el siglo XIX contribuyó, de manera poderosa, a evitar abusos y a transformar positivamente nuestra sociedad. Ahora bien, escuchando ayer a los líderes sindicales españoles, producía la rara impresión de que, a pesar de que estamos en el siglo XXI, ellos se encuentran todavía en el siglo XIX, cuando se crearon las Trade Union y la esclavitud acababa de abolirse.
Todavía creen que una empresa es una industria donde entran a cientos los trabajadores en cada turno. Todavía no se han enterado de que una empresa como Iberia tiene capital británico, y sus trabajadores están repartidos en cuatro continentes. ¿Cómo se organiza una huelga? ¿Con un altavoz a la salida de la fábrica del turno de noche? Estos líderes de los sindicatos españoles se ve que no han entrado en los dos últimos años en una sucursal bancaria y por eso no se han dado cuenta de que, donde antes había doce o catorce empleados, ahora hay dos o tres y, eso sí, un cajero automático, que no se afilia a ningún sindicato.
Cuando, además de cajeros automáticos, llegue la robótica en serio, y en la recepción de los hoteles sólo haya un agente de seguridad ¿qué harán? ¿Destruir los robots como destruían los telares mecánicos los sindicalistas de Manchester del siglo XIX? ¿Todavía no se han explicado las causas por las que la inmensa mayoría de los trabajadores de este país no están afiliados a ningún sindicato? ¿Saben que para muchos empleados las personas menos simpáticas en una gran empresa son esos liberados sindicales que por la mañana no hacen nada y por la tarde lo pasan a limpio?
Y, a pesar de todo, repito, los sindicatos son necesarios, y su desaparición sería tan terrible para la democracia como un parlamento sin oposición. Pero escuchando, ayer, a sus líderes, más que pronunciar un discurso reivindicativo, lanzar una arenga en la que, como recordaba Herrera, hace más de una hora, no faltó el rancio, antiguo y folklórico “no pasarán”, sientes esa incómoda sensación de que parecen vivir la época que añoran, o aquella de Marcelino Camacho en la Perkins, con la diferencia de que Marcelino Camacho se jugaba la cárcel y la vida, y estos líderes parecen funcionarios por oposición de asamblea a mano alzada.
Recuerdo, hace años, una conversación en la playa con un alemán, que me contaba que sus vacaciones eran un paquete a precio de risa contratada por su sindicato, el mismo sindicato que le había proporcionado a su hijo una beca de estudios superiores. Sindicato alemán, claro. No me imagino a un sindicalista alemán lanzando arengas por si vuelve Hitler.
Y sí, hay que luchar contra las nóminas basura, pero lo que convierte a una persona en un paria social es no tener ninguna nómina. Cuidado con las reformas, que el paro no sólo lo carga el diablo, sino sindicalistas trasnochados.