Luis del Val: “Rafa Nadal administra todas esas virtudes que ni abundan ni se venden en farmacias”
Habla el profesor de la épica victoria de Rafa Nadal en Wimbledon para pasar a semifinales
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Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPE" en el épico triunfo de Rafa Nadal en Wimbledon para pasar a semifinales, y la situación que atraviesa Boris Johnson tras la dimisión de gran parte de su Gobierno:
Ayer, el triunfo estuvo representado por Rafael Nadal, y la derrota por Boris Johnson. El tenista, que ya es historia, resistió jugando casi cuatro horas y media, con una lesión abdominal. Bueno, confieso que yo no resisto tres horas conduciendo mi coche, sin lesiones, sentado, con calefacción en invierno y aire acondicionado en verano, pero, claro, yo no soy Nadal. El pundonor, el honor, la dignidad, el sacrificio, la generosidad, esas virtudes que ni abundan, ni se venden en las farmacias, las administra este hombre, con la misma naturalidad que asume el peligro de la herida, o de la muerte, el militar en combate.
Y si la cara del día fue Nadal, la cruz fue Boris Johnson, en un ocaso que se empeña en prolongar, sorprendido de no ser el Johnson triunfal del disparate del brexit, y aferrándose a que esto debe ser un mal sueño. No hay un chulo que sea igual a otro, pero todos se parecen en esta renuencia a reconocer la realidad, se llamen Donald Trump o Boris Johnson. El estadounidense era chulo y rico por casa, o sea, que nació chulo, mientras Johnson se hizo chulo, poco a poco, y paso a paso. Todos los chulos van ascendiendo en la intensidad de la chulería, a medida que comprueban que las chuladas las admite el público que tanto les vota en las urnas. A ello, a la chulería, añade las mentiras y, cuando constata que las mentiras parece que tampoco le perjudican, las desgrana ya con provocadora persistencia. Advierto que estoy hablando de Boris Johnson, que hay oyentes que siempre están pensando en lo mismo. Las mentiras en la sociedad anglosajona se aceptan bastante menos que en la Mediterránea, y eso se le ha escapado al chulo de Boris Johnson. El chulo, en esencia, no teme que no le quieran y le da igual: lo que le desconcierta es que no le teman, ni cause el menor respeto en nadie. Esa cascada de dimisiones, que todavía no han cesado, significa que, cuando ofrezca un cargo ministerial al más tonto de la clase, hasta el más tonto de la clase saldrá corriendo. El chulo deja su partido desprestigiado y su país en un caos económico. (Vuelvo a repetir que estoy hablando de Boris Johnson, aunque no se me escapan las similitudes). Parece que la chulería populista está dejando de estar de moda. Al menos en el Reino Unido.