El emotivo homenaje de los ‘fósforos’ a las víctimas de ETA 10 años después de su fin

Este miércoles 20 de octubre se cumplen 10 años de la derrota de ETA

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Se cumple una década de la derrota de ETA. 60 años de tragedia y de terror.

Este miércoles, en la ‘hora de los fósforos’ de ‘Herrera en COPE’ rendimos un homenaje a todas las víctimas de ETA.

Por todos ellos, por todos los que murieron desde el primer guardia Pardines a los últimos guardias Diego Salva y Carlos Sáenz de Tejada. Para aquello hombres y mujeres que pasaban por allí, que eran buscados por ellos, que fueron víctimas de bombas lapa, que fueron tiroteados, que fueron secuestrados. Por todos aquellos que fueron obligados a exiliarse, por todos aquellos que tuvieron que dejar su casas, que sufrieron la presión. Por todos aquellos que sufrieron el agobio, el miedo y el terror. Por todos aquellos que no entendieron nunca cómo era posible que una parte de la sociedad abrigara a criminales.

Para todos ellos, el abrigo de aquella de aquella música que a todos nos representa y que suena cuando ondean nuestra bandera, una abrazo”. Es la dedicatoria de Carlos Herrera a todas las víctimas de ETA.

Joaquín era compañero del Teniente Coronel del Ejército Pedro Antonio Blanco asesinado por ETA en el 21 de enero de 2000. Han pasado 21 años de aquel asesinato en la calle Pizarra de Madrid que Joaquín recuerda desolado. Nos cuenta Joaquín que de los 70 años que tiene, “50 me los he pasado mirando debajo del coche” y asegura que “eso lo pude pasar poco a poco porque se acostumbra uno” pero “lo peor fue cuando mataron a Pedro Antonio Blanco”.

Recuerda Joaquín que en aquel momento en el que explotó el coche bomba su mujer y sus hijos se encontraban muy cerca del lugar, en la esquina esperando la ruta del autobús, pero afortunadamente no les ocurrió nada.

Con profundo dolor relata cómo se enteró de que fue su amigo Pedro Antonio Blanco quien había sido asesinado, “bajé del cuartel general corriendo con el coche al sitio donde había ocurrido el atentado y pude saber que era mi amigo porque me lo dijo mi mujer”.

Javier vivió dos atentados. Por entonces Javier vivía en Madrid. El primero fue una bomba en el Banco Español de Crédito que daba al “jardín de mi casa y allí estaba mi hija pequeña de tres años y su madre y a punto estuvieron de volarlas”.

Y el segundo atentado que sufrió, él ya no estaba en Madrid pero sí su hija que estaba estudiando Periodismo. Era el 30 de octubre de 2000 y explotaba un coche bomba en la calle Torrelaguna de Madrid en el que fallecieron cuatro personas y varios heridos. Recuerda Javier que “mi hija vivía cerca y nos destrozaron la casa” y asegura que “fue terrible hasta que no la encontré”. Aquel día, ella tenía un examen por lo que tuvo que salir antes de casa y por eso salvó su vida.

Manuel fue compañero de Miguel Ángel Blanco en COU en Éibar y recuerda con cariño el día que fueron juntos a examinarse de Selectividad. Manuel también ha sido testigo de un atentado terrorista. “Cuando iba al colegio, estaba estudiando séptimo, mataron a dos guardias civiles que vigilaban la fábrica de armas en un cambio de turno Es sobrecogedor, ver el tiroteo, cómo los veíamos todas las mañanas como si fueran a la guerra”. Manuel recuerda cómo era la vida entonces “algo tan duro. Te tenía que callar, no podías decir nada”.

Javier es uno de los muchos huérfanos que dejó ETA a lo largo de sus 60 años de terror. El padre de Javier era militar y fue uno de los cinco asesinados por un coche bomba en la plaza Cruz Verde el 6 de febrero de 1992.

“Cuando vi el atentado por televisión y vi la columna de humo dije: ‘hoy es el día’. Después de tantos días agachándome, viendo los bajos del coche porque vivíamos en una colonia militar… ese día nos tocó la china y mataron a mi padre”, cuenta Javier expresando la “rabia y el dolor que siento cada vez que vemos estas cosas, que vemos a los políticos jugando con la memoria de nuestras víctimas y todavía tener que aguantar el blanqueo que están haciendo todo este Gobierno de los verdugos que mataron a gente inocente como mi padre”.

Begoña es una profesora que reivindica que los alumnos deben conocer lo que hemos vivido durante todos esos años. Recuerda Begoña un atentado en el que murió una profesora que estaba embarazada en el año 80. En aquel momento, “cuando me enteré” nos dice “le dije a mis compañeros que teníamos que ir al funeral con la sorpresa de que solo fuimos tres profesores”.

Un funeral que le dejó marcada de por vida porque “recuerdo aquella basílica con dos bancos nada más, los familiares y nosotras tres. La soledad de aquella gente fue algo que me marcó”.

El militar Alfonso, compañero de Mariano Juan de Santamaría asesinada por ETA el 10 de abril de 1995 de un tiro en la nuca. Alfonso terminó la tesis doctoral que dedica a su compañero y a todas las víctimas de ETA en 2017. Señala Alfonso que “hemos perdido la batalla por más que nos la quieran blanquear. España tiene que recordar a las víctimas”. Recalca, además, que “Estamos en un país en el que se debe decir diariamente qué es lo que ha pasado para que no se vuelva a repetir”.

Pepe se salvó del atentado de diciembre de 1990 en Sabadell contra agentes de la Policía en el que fallecieron seis y dos resultaron heridos.

Patricio quedó huérfano de pequeño y vivió en el colegio de huérfanos que había por entonces en la calle madrileña de Príncipe de Vergara donde se acogían a muchos niños de distintas edades que sus padres habían sido asesinados por ETA. Además, vivió de cerca el “terrorífico” atentado de República Dominicana. Tenía 12 años y asegura que por aquel entonces “ni lo entendíamos ni lo vamos a entender nunca en la vida”.

Paz Prieto es una de las hijas del que fue durante 13 años el jefe de la Policía Foral de Navarra, José Luis Prieto, al que ETA asesinó el 21 de marzo de 1987 de un tiro en la nuca. Recuerda Paz aquella mañana cuando sus padres salieron de casa, como hacían todas las mañanas para ir a misa “cuando tres etarras se acercaron por la espalda y lo abatieron a tiros dejándolo muerto en la calle”. Cuando sucedió, los hijos se encontraban en casa y se percataron de que algo ocurría cuando empezaron a escuchar el ruido de muchas sirenas por lo que bajaron para ver qué estaba ocurriendo. “Conforme nos íbamos acercando, sabíamos que no se trataba de un accidente”.