"¿Es replicable el asalto al Capitolio en Europa? No es descartable", advierte Gay de Liébana
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Las imágenes de la toma del Capitolio, sede de las dos cámaras del poder legislativo de los EE.UU., con los altercados de grupos populacheros, a modo de envenenado legado de Donald Trump, tal vez inspiren a los productores de Netflix para preparar una de esas series fascinantes que encandilan a la audiencia.
Permítame, Don Carlos, introducir una impronta económica sobre el icono que ha encarnado, hasta esa asonada antidemocrática estadounidense, Donald Trump. Fue elegido presidente al simbolizar la interpretación de una realidad económica: la de un país gigantesco, primera potencia mundial, inmerso en un agudo proceso de desindustrialización a causa de la globalización, dejando tras de sí un reguero de desempleo, en su mayoría de la típica clase media blanca de los EE.UU. cuyo status ha ido a menos, sus empleos han desaparecido, sus ingresos se han recortado, su futuro – el del sueño americano - se ha esfumado y el bienestar se deteriora.
En suma, las clases medias norteamericanas – como está sucediendo con las europeas – cada vez van a peor. Para el votante de Trump, la globalización equivale al cierre de las fábricas donde trabajaba y a la relocalización industrial de su empresa en países emergentes, al compás de la globalización. Ese sector de población arremete contra tal fenómeno, se rebela contra el crecimiento económico porque no se beneficia del mismo y advierte cómo sus mínimas posibilidades de reincorporación al mundo laboral desaparecen por la aceleración de los cambios tecnológicos.
En definitiva, Don Carlos, quienes apoyan a Trump, con sus votos testimonian los temores e impotencia de la frustración ciudadana y su rebeldía porque el sueño americano se ha desvanecido. ¿Es replicable esta reacción en Europa? Con las secuelas de la pandemia, no sería de extrañar, Don Carlos