"Bienvenidos al día del pinganillo": Carlos Herrera, en el primer día de lenguas cooficiales en el Congreso

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Señoras, señores. Me alegro. Buenos días.

Es martes, 19 de septiembre del 2023 y hoy es el día de los pinganillos. O sea, bienvenidos al día del pinganillo. Ahora se lo paso a explicar antes déjenme que me recree en una de las noticias del día: la presencia normalizada del rey Felipe VI en Barcelona, en un ambiente de plena normalidad institucional, es decir, sin las mamarrachadas habituales a los que nos acostumbraban las Colaus y en toda esa patulea.

Al menos para eso ha servido echar a Ada Colau del ayuntamiento. El nuevo alcalde Jaume Collboni fue recibido ayer por el monarca en el palacete Albéniz, en una ronda de audiencia reales que no se realizaba desde hacía muchos años. Se ha ganado ese espacio de normalidad. Pero no nos engañemos, esa presencia no ha sido posible por la normalización de la política catalana.

Los independentistas, que antes plantaban al Rey, hoy protestan porque el alcalde de Barcelona haya sido recibido en audiencia. Los independentistas están en lo de siempre. Lo que pasa es que la diferencia es que hay un alcalde en Barcelona que al menos tiene un mínimo de sentido institucional. Y ese alcalde está ahí porque el Partido Popular decidió que fuera él y no Javier Trías, el alcalde de la ciudad.

Cuando PP y PSOE son capaces de colaborar para plantar cara al independentismo, las cosas funcionan. Pero lamentablemente este tipo de pactos en los tiempos de Pedro Sánchez sólo pasan si benefician al PSOE. Nunca tienen reciprocidad. Es porque el PP ayuda en ese momento al PSOE, no porque el PSOE ayude al Partido Popular.

Pero bueno, hoy es el día del esperpento de tener que perder tiempo, energías, dinero del contribuyente en cuestiones que nada tienen que ver con los problemas verdaderamente acuciantes de la gente en España.

El Congreso estrena hoy pinganillos de traducción simultánea para que diputados que se entienden perfectamente en castellano hagan un paripé simulando lo contrario. Eso es una cosa ridícula, pero elementalmente teatral. Es decir, que todos esos mismos diputados que van a hablar en el pleno, en las lenguas cooficiales, algunos cuando salgan al pasillo, seguirán hablando en español para entenderse. Si hasta para conspirar contra España en la casa de Puigdemont, en Waterloo se habla castellano.

Hay muchas formas de verlo. Hay quien no lo ve así, está en todo su derecho y una forma de verlo como ridículo y absurdo. En junio de 2022 una propuesta de reforma del Reglamento idéntica a la que hoy entra en vigor. Resultó derrotada con 268 votos en contra.

¿Qué ha pasado para que ese abrumador rechazo de repente se haya tornado en súbito entusiasmo? Sánchez necesita el voto de Puigdemont para sacar adelante su investidura. Por eso todo lo que hace un año se rechazó, hoy se abraza con entusiasmo. Pasa con los pinganillos, pasa con la amnistía. Lo que era rotundamente inconstitucional hace unos meses, pues ahora es discutible, incluso deseable, si es a cambio de la unilateralidad, que es el nuevo MacGuffin que se han inventado.

Yo te doy la amnistía, pero tú me firmas un papel conforme no piensas poner en marcha la unilateralidad, porque ya sólo les faltaba estos que les dieran la amnistía, que les dieran lo de los huevos fritos, da lo mismo. Y que dentro de seis meses el que esté ahí, sea el que sea, después de las elecciones catalanas, por ejemplo, diga:

Pues venga, va. Declaramos unilateralmente la independencia de Cataluña... De verdad, no tienen calle pa' correr.

Pero volviendo al pinganillo, pensarán ustedes que el sanchismo es eso, buscar problemas debajo de las piedras con tal de seguir gobernando. Si a Puigdemont se le ha puesto en la punta del pie lo de los idiomas, en la Unión Europea, por ejemplo, allá que vamos a la Unión Europea. A ver si les convencemos a una institución que tiene 24 idiomas oficiales que se incluya en tres más para que todos los países que tienen también idiomas regionales incluya a los suyos.

Y entonces 60 idiomas, ya que traducir a 24 hay que traducir a 60. Ese melón no lo quiere abrir nadie. Pero bueno, el problema de los pinganillos no es lo que nos vaya a costar, no es que cueste al erario un millón de euros, dos. Tampoco es la atropellada aprobación de cambio de reglamento. Todo se ha hecho deprisa porque había que contentar a Puigdemont. Lo peor de todo es la intención evidente de usar lenguas para crear una ficción de supuestas naciones.