"A Iceta lo sigo viendo como el cliente ideal de una dieta de alcachofa"

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Luis del Val: "A Iceta lo sigo viendo como el cliente ideal de una dieta de alcachofa"

Luis del Val

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En las últimas elecciones generales, nadie detectó la presencia de personal cualificado del Centro Nacional de Investigaciones Científicas, ni de representantes de la Organización Mundial de la Salud, o de instituciones afines a transformaciones genéticas o biomoleculares. No, no es que me haya despertado con modorra, hace horas que estoy despierto, pero es que me ha asombrado el posible descubrimiento científico de los pelmazos cum laude de España, los secesionistas, de que ser elegido en las urnas lleva a cabo transformaciones profundas en el elegido, hasta el punto de que los delitos que presuntamente cometió, y que están siendo juzgados, desaparecen a través de un proceso que, si fuera cierto, merecería el Nobel de las Ciencias. Desde luego, fisiológicamente nada parece cambiar, y a Iceta lo sigo viendo como el cliente ideal de una dieta de alcachofa, y a los demás procesados, no se les advierten aumento de altura o transformaciones en la expresión, y hay uno de ellos, de cuyo nombre no quiero acordarme, que ostenta esa permanente víspera de bostezo que no acaba de llegar.

Todo el mundo puede ser elegido en las urnas, incluidos los pillastres, los tontos, los inteligentes y los sometidos a un proceso judicial, pero esa elección no es el bálsamo de Fierabrás que cura la diabetes, libera del reúma, y a un analfamúsico lo convierte en pianista, no. Si fuera así, la gente, en lugar de matricularse en la facultad de Medicina, y estudiar seis años, y opositar a Mir y volver a estar otros tres años, se presentaría a unas elecciones, y, si sale elegido, se llevaría el título de doctor en Medicina y Cirugía. Pero no es así. Ser pelmazo oficial de España, o sea, secesionista, es muy duro, porque no transcurre jornada sin que la realidad choque con la potente imaginación del pelmazo. 

La inmunidad parlamentaria se refiere al derivado del ejercicio de la actividad parlamentaria. Tampoco es un permiso para violar niños, atracar bancos o dar golpes de Estado. Y al juez Marchena, y al resto de los magistrados del Supremo, que algunos de los procesados hayan sido elegidos en las urnas, les produce la misma emoción que si hubieran recibido una fortuna de una tía de América o se les hubiera iniciado un eczema en el antebrazo, o alguno celebre el día de su cumpleaños. Supongamos que a un ingeniero se le cae un puente, y mientras está siendo juzgado es elegido diputado. Pues el puente no se levanta solo, y el cálculo matemático erróneo sigue siendo erróneo, y las responsabilidades siguen siendo las mismas.  Ni siquiera Iceta, ese futuro guardián del centeno de los pelmazos, puede refutar eso. Aunque de Iceta aguardamos deslumbrantes descubrimientos, sobre todo cuando termine el juego del cortijo de este futuro gobierno, que ya ha ocupado todas las habitaciones sin esperar a que venga la cédula de habitabilidad. 

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