"Bernardo Montoya es un depredador": La personalidad del hombre que acabó con la vida de Laura Luelmo

Nacho Abad trae como cada miércoles su crónica negra, esta vez dedicada al crimen de la joven Laura Luelmo a manos de Bernardo Montoya en Huelva

Redacción Herrera en COPE Alex García

Publicado el - Actualizado

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La historia de Laura Luelmo es conocida por lo desdichado que fue su final. Una joven zamorana que deja atrás su vida en su tierra. Su familia, su pareja y todo lo cotidiano por una oportunidad laboral en el sur de España, un paso adelante en su carrera que lucía como un paradigma de hermosa ilusión; la ensoñación propia de una joven que va a enseñar, a dar clases de dibujo a un instituto de Nerva. Un relato de ambición y ganas de crecer, que se vio truncado por la presencia de un asesino. En el lugar y el momento menos indicado.

El periodista Nacho Abad, ha pasado por Herrera en COPE de la mano de su sección de crónica negra. Esta semana con especial hincapié en el proceso judicial que acaba de comenzar en la Audiencia Provincial de Huelva, donde desde ayer se juzga a Bernardo Montoya por delitos de secuestro, agresión sexual y asesinato. La Fiscalía pide Prisión permanente revisable por estos delitos en un clima de tristeza y desazón por la pérdida de quien nunca debió haberse ido. Todo por estar en el lugar y en el momento menos indicado.

Bernardo Montoya era un depredador y un asesino, así lo muestra su historial. En el año 1995, su primera víctima fue Cecilia. Una anciana de octogenaria a la que entró a atracar. Ante la resistencia que opuso, Montoya la propinó una puñalada en el cuello. Sobrevivió. Acudió a denunciar el asalto, el criminal se enfadó, fue a su casa y la degolló. Fue condenado a 18 años de prisión.

Tiempo después salió en libertad y en 2008, trató de violar a una mujer peluquera mientras salió a caminar por el monte. Ella paseaba con su perro cuando Bernardo la asaltó armado. Su perro atacó al agresor y este lo mató. La mujer logró salir indemne salvando su vida, y evitando un predecible final similar al que por desgracia experimentó Laura. Volvió a entrar en prisión y volvió a salir.

Ese mismo proceder se produjo tiempo posteriormente cuando nuevamente fue condenado luego de realizar dos robos con violencia precisamente ante otras dos mujeres. Nuevamente, ingresó en la cárcel y salió definitivamente en octubre de 2018. Tres veces estuvo encerrado y en esas tres ocasiones salió. Reincidente, asesino, ladrón y agresor sexual. Todo el expediente fue inservible para evitar que en ese mes de octubre de aquel triste año, ese tipo estuviera pisando la calle con libertad.

Aquel hombre extraño y sospechoso

Cuando el terror se viste disimulado es imposible prever donde puede estar, donde se esconderá. Laura Luelmo se mudó al número 13 de la Calle Córdoba de El Campillo, gracias a una compañera del trabajo que le había cedido la vivienda. Ninguna de ellas sabía que enfrente, a pocos metros, vivía un asesino sanguinario. En el pueblo viven poco más de 2.000 personas, un lugar tranquilo en el que no pasa nada con frecuencia.

La joven llegó allí y se instaló en su nueva casa. Apenas llevaba 9 días en el domicilio cuando escribió su último mensaje a su pareja: "No se si voy a ir a pasear que hace viento". Finalmente, salió a hacer compra en esa tarde y Bernardo la interceptó. Intentó zafarse pero fue imposible. La introdujo en su casa, la ató y la amordazó. En ese momento recordó que tenía unas ascuas en el exterior del domicilio, fue a apagarlas para no llamar la atención, y en ese instante Laura dio un último alarde por su libertad, propinándole una patada en un costado que le dañó.

Montoya, iracundo, comenzó a golpear a Laura, dejándola magullada y herida. Montoya le quitó la ropa y agredió sexualmente de ella para después acabar con su vida. De esa manera, sin sentido, sin alma, sin humanidad. Como un monstruo, como un depredador.

"Soy inocente"

Durante la jornada de ayer, comenzó el juicio por estos actos a puerta cerrada, sin público. En la vista, y habiendo admitido previamente en su detención que lo hizo, ("pido perdón a la familia, voy a pagar por lo que he hecho"); Bernardo negó la mayor y dijo que es inocente. Este nuevo testimonio habla de que una expareja que conoció en la cárcel, adicta a la heroína, llegó a la casa y mató con un martillo a Laura. Además, niega que hubiera agresión sexual que solamente "le quitó los pantalones", pero no hizo nada más.

Aún así, la Fiscalía cuenta con pruebas incriminatorias suficientes para declarar su culpabilidad y piden para él la Prisión permanente revisable. Mientras tanto en el pueblo lo quieren linchar, un lugar que no olvida y que, por supuesto no perdona. El luto se mantiene, el recuerdo también; todo por aquella joven risueña e ilusionada que a los 26 años fue asesinada y por la que el número 13 de la Calle Córdoba de El Campillo respira dolor, pena y tristeza.