Es tiempo de tender puentes, de dialogar y de abrazar al hermano

El monólogo de Irene Pozo en 'La Linterna de la Iglesia'

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Hoy me viene a la cabeza un deseo que hace poco manifestó el Papa Francisco. Este sábado comenzamos la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos y pensando en cómo explicar estos días tan ecuménicos, recordaba que este 2025, además, se cumplen 1700 años del primer concilio ecuménico de la historia, el de Nicea.

Hace apenas unos meses, el Papa recibía a una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, a los que recordó la invitación que Bartolomé I, patriarca de la Iglesia Ortodoxa, le hizo a Francisco para ir juntos a Nicea en este 2025.

Una invitación que llegaba 10 años atrás, en aquella peregrinación que el Papa realizó a Tierra Santa para conmemorar el 50 aniversario del encuentro en Jerusalén entre sus antecesores, el Papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras. La historia se repetía medio siglo después y desde ese momento, ambos mantienen una estrecha y fraterna amistad. La verdad que sería algo muy significativo verlos realizar ese viaje a Nicea juntos.

Esto nos hace fijar la vista en el Concilio Vaticano II, que tuvo entre sus principales objetivos el acercamiento de nuestras Iglesias tras siglos de separación. Ya en la bula con la que Juan XXIII convocó el Concilio, aparecía la intención de aclarar principios doctrinales con el objetivo de impulsar la unidad de todos los cristianos, un deseo ecuménico que estuvo también muy presente durante el pontificado del papa Pablo VI, y que llega hasta nuestros días. 

Juan Pablo II y su empeño ecuménico no solo le llevaron a publicar una encíclica, sino que consiguió reunir en Asís a todas las confesiones cristianas, además de otras religiones, para rezar juntos por la paz. Un testigo que recogió Benedicto XVI y que supone también una clara vocación en el pontificado de Francisco. Gestos y encuentros que hoy se dan pero que antes del Concilio, eran impensables.

Al final esa unión fraternal, esa unidad que es la Iglesia, ese deseo de trabajar juntos, viene de no olvidarnos de poner a Cristo en el centro de nuestras vidas. Un hecho que poco a poco, también está más presente en propia acción de la Iglesia. La sinodalidad a la que hoy se nos llama es muy similar al ecumenismo, ambos son procesos de caminar juntos. Y es que hay muchas más cosas que nos unen de las que nos separan.

      
             
      

Tenemos por delante 8 días, un octavario, del 18 al 25 de enero, para reflexionar, rezar y tomar conciencia de lo que esto significa. Como afirman los obispos españoles en su mensaje para este tiempo, “hoy como siempre necesitamos un lenguaje común de la fe” y nos recuerdan la importancia de la oración también en este año jubilar.

Lo dicho, es tiempo de avanzar, de romper prejuicios, de tender puentes, de dialogar y de abrazar al hermano. Es tiempo de cumplir el deseo de Jesús para que todos seamos uno.