'El bueno, el feo y el malo' de Jorge Bustos

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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"Mira que me dan ganas de hacer caso a don Mariano y dejarme de chismes para dedicarme a lo importante, que es la final de Cardiff que este sábado le puede dar al Real Madrid su duodécima Copa de Europa. Pero como también hay que ocuparse de vez en cuando de lo secundario, hablaremos a continuación de asuntos menores como los presupuestos generales del Estado. Y empezamos por ahí porque su autor tenía que ser el bueno de esta semana.

El bueno: Cristóbal Montoro

Fíjate que a menudo representa el papel de villano preferido de los periodistas, incluyendo esta misma sección. Pero el miércoles don Cristóbal culminó un trabajo hercúleo, y por eso lucía la sonrisa propia del político más feliz de todo el sur de Europa. No en vano llevaba desde enero tejiendo las cuentas más arduas de las 14 que lleva confeccionadas, con 6.000 enmiendas y seis siglas complicadas en la operación. Algunos compañeros, incluso ministros, le dijeron que prorrogase los de 2016. Que no lograría aprobar unos nuevos en un Parlamento tan fragmentado y que ese fracaso dañaría a un Gobierno ya de por sí frágil. Pero él se empeñó, buscó acuerdos, negoció y el resultado son dos años más de estabilidad para el Gobierno de Rajoy.

Es verdad que debe compartir el honor con la vicepresidenta Sáenz de Santamaría o con Fátima Báñez y Álvaro Nadal, entre otros ministros del ramo económico. Eso dentro de su propio partido. Porque sin la responsabilidad de Ciudadanos, del Partido Nacionalista Vasco y de los dos diputados canarios, quizá habríamos vuelto al bucle electoral y a la parálisis postelectoral de 2016. Y es verdad que algunos han vendido a precio de taifa de oro su apoyo, pero la política es el arte de lo posible y negociar, es decir, elegir a quién y para qué cedes el dinero de todos, es lo que toca en la España multipartidista.

El feo: Ramón Espinar

A este muchacho le toca siempre bailar con la más fea. Tiene don Ramón un raro talento para pisar el primer charco después de cada tormenta. Si se mete en un colectivo contestatario llamado Juventud sin Futuro, resulta que acaba teniendo un espléndido presente de diputado, senador y secretario general del partido, con sus correspondientes sueldos. Si alza la voz contra la especulación inmobiliaria, le destapan su lucrativo trapicheo con el pisito de protección oficial. Si carga contra la casta en plan hijo de los obreros que los fachas no pudieron matar, le restriegan la tarjeta black de papá, que no es digamos el arquetipo fetén de proletario que uno tiene en la cabeza. Si se manifiesta contra la opresora coca-cola, le fotografían con dos botellas en el almuerzo. Si llama a las barricadas, termina apuntándose a las mariscadas. Y si se ríe del error de Rajoy en la votación de los presupuestos por la mañana, resulta que su jefe Iglesias se equivoca de botón tres veces por la tarde, dejándole con el culo al aire una vez más.

Es uno de esos hombres que gana mucho mientras permanece calladito. Espinar va camino de convertirse en una leyenda de la gafancia. Lo raro es que no le cayera a él el huevazo de los taxistas, en lugar de a Pablo Iglesias. Y lo raro es que todavía no le hayan cazado saliendo de un Cabyfy en pleno posicionamiento oportunista de Podemos con el sector del taxi. Incluso conduciéndolo él.

El malo: Manuel Moix.

Estaba cantado. El ya ex fiscal jefe Anticorrupción ha sido víctima de muchos puñales, pero el golpe letal salió de su propia y torpe mano. Tú mismo comparaste su caso con el del ex ministro José Manuel Soria por el enredo en diferido de sus declaraciones, cada una de las cuales matizaba torpemente la anterior a rebufo siempre de los nuevos datos que se iban conociendo respecto de su sociedad off-shore en Panamá. Él mismo reconoció el error de no haber comunicado en tiempo y forma a su superior Maza la posesión de esa propiedad que su padre le legó. No es lo reprochable heredar, ni siquiera heredar una sociedad patrimonial radicada en Panamá, sino lo que uno decide hacer con esa herencia envenenada cuando se aspira al puesto clave de jefe de la Fiscalía Anticorrupción, puesto sobre el que debe pesar un plus de ejemplaridad si se quiere acometer con eficacia la tarea de investigar corruptos.

Moix no ha cumplido ni cien días en el cargo, y ya los empezó mal por las filtraciones que lo colocaban como favorito de un preso como Ignacio González. Su apariencia de imparcialidad estuvo cuestionada desde el primer minuto por afinidad al partido del Gobierno. Sin embargo, algunos aspectos de su plan de reforma de la fiscalía siguen plenamente vigentes: acotar el alcance y los plazos de las macrocausas, combatir las filtraciones que abundan en la indefensión de los investigados, afinar la eficacia procesal. No era Moix, ya se ha visto, el apropiado para acometer esta tarea titánica en un órgano tan rocoso y corporativo. Ojalá que su sucesor exhiba mayor habilidad y goce de más autoridad para mejorar las garantías con que opera un Ministerio Público aquejado de politización crónica.

Un disparo en la recámara 

Estaba pensando en Pedro Sánchez. No es que sea algo que hago a menudo, pero empiezo a creer que tenían razón quienes me advertían de que este hombre ha madurado, se ha rodeado de mejores consejeros que la última vez y podría resultar incluso un político estructurado. Es pronto para decirlo, pero su apoyo a Rajoy frente al desafío separatista y su negativa a hacer de perro faldero de los numeritos circenses de Pablo Iglesias son decisiones que van en la correcta dirección socialdemócrata. Esperemos que no le dé próximamente un nuevo ataque de transformismo político".

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