Diego Garrocho: "Cuando alguien pregunta 'tú qué eres', nadie dice que rubio, del Barça o del Madrid, sino su oficio, y eso es hermoso"

El profesor de Filosofía reflexiona sobre para qué sirve el trabajo, si realmente sólo se reduce a ganar dinero y qué dice de él su significado en latín

Redacción La Linterna

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¿Para qué sirve el trabajo? La respuesta parece obvia, ¿no? Habrá quien piense que trabajamos para ganar dinero. Sin embargo, creo que la cuestión no es tan sencilla. Seguro que alguna vez nos hemos preguntado si seguiríamos trabajando, por ejemplo, si nos tocara la lotería. O tal vez hemos oído decir que con el avance de la inteligencia artificial podría llegar un futuro en el que el trabajo ya no sea necesario. 

Pero, insisto, ¿trabajamos sólo por dinero? A menudo escuchamos que el trabajo dignifica. Y filósofos tan distintos como Karl Marx o Hannah Arendt subrayaron la importancia del trabajo en la vida humana. Incluso Platón, en la República, organizó su ciudad ideal según la función social de sus ciudadanos. Probablemente lo recordaréis de los años de instituto, ¿no? Dividía a la ciudad en gobernantes, guardianes y productores, que a su vez se dividían en campesinos, artesanos y comerciantes.

Es decir, según Platón, el trabajo no es sólo una actividad, sino que es algo que define nuestra relación con la comunidad. Pero hay algo más. La vocación no es sólo un concepto religioso. También se aplica a nuestras profesiones civiles. La vocación viene del latín vocare, que significa llamar. Es decir, cuando sentimos vocación por algo, lo que sentimos es una llamada. Ser carpintero, profesor, abogado o periodista no es sólo tener un empleo. Es asumir un camino que estructura nuestra vida y que le da sentido.

De hecho cuando elegimos un oficio, lo que estamos eligiendo es una misión. De hecho es curioso, cuando alguien nos pregunta ¿y tú qué eres? Nadie responde si es moreno, rubio, guapo, del Barça o del Real Madrid. Solemos definirnos con nuestro trabajo. Soy cirujano, soy taxista o soy actriz. Y eso es hermoso, porque al final, responder a nuestra vocación es responder a una pregunta mucho más importante: ¿cómo hemos decidido que vamos a servir a los demás?