Diego Garrocho: "Si las élites y los ciudadanos sucumben a la polarización no seremos capaces de preservar el legado del 78"

El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, reflexiona sobre las posibilidades de mejorar la Constitución cuando se cumple el 46 aniversario de su firma

Diego Garrocho
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Redacción La Linterna

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¿Es posible mejorar nuestra Constitución? El pasado viernes celebramos el 46 aniversario de la Constitución y sospecho que muchas personas podrían soñar con una ley fundamental distinta. Pero recordemos que los grandes consensos siempre adquieren la forma de un pacto de mínimos, esto es, todos estamos dispuestos a aceptar cierta incomodidad a cambio de garantizar que nunca estaremos completamente a disgusto. 

En una Constitución todo el mundo renuncia a su utopía más perfecta para que algunos principios fundamentales de convivencia puedan quedar asegurados. Pero creo que normalmente nos equivocamos porque cada vez que se habla de la Constitución tendemos a centrarnos exclusivamente en el texto jurídico. Es decir, identificamos la norma fundamental con el conjunto de artículos que formalizan un catálogo de derechos y deberes.

Sin embargo esa expresión jurídica no es la causa, sino la consecuencia de una amistad civil que la hace posible. Dicho de otro modo, lo relevante de una Constitución no es lo que prescribe, sino las bases afectivas y políticas que permiten ese entendimiento. Dicho de otra manera, no nos entendemos por compartir una norma fundamental, sino que fuimos capaces de darnos una Constitución porque decidimos entendernos.

Creo que es imposible que esta generación de políticos pueda liderar un proyecto de reconciliación para España mientras la discordia sea un dispositivo rentable económica y electoralmente. Y mientras se gobierna, dicho sea de paso, con partidos que son abiertamente hostiles a la norma fundamental. Los medios de comunicación, la sociedad civil y los sectores de mayor influencia pública deberían asumir un nuevo liderazgo para reconstruir el reencuentro y las bases de una futura convivencia. Solo entonces se podrá aspirar a un nuevo pacto y ojalá que fuera aún más ambicioso del que hoy tenemos.

Si las élites y la propia ciudadanía deciden facilitar ese nuevo entendimiento, habrá motivos para la esperanza. Por el contrario, si sucumben al marco polarizador y divisivo, estaremos perdidos y no seremos capaces ni siquiera de preservar el legado del 78. Y no lo olvidemos, la responsabilidad de procurar el cumplimiento de la ley fundamental y de favorecer la concordia entre españoles es siempre y prioritariamente del gobierno, ya del color que sea.

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