Diego Garrocho, filósofo: "El progresismo que confunde lo nuevo con lo bueno es absurdo, no todo movimiento es un avance"

El profesor de Filosofía reflexiona en La Linterna sobre 'qué es ser progresista' y los errores que se cometen al malinterpretarlo

Diego Garrocho en 'La Linterna'
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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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¿Qué es ser progresista? Pues incluso podríamos radicalizar más la pregunta y preguntarnos qué es el progreso. En política son muy habituales las metáforas relativas al movimiento. Avanzar o ir hacia adelante son expresiones que, para que tengan sentido, deben presuponer, sin embargo, una finalidad concreta. 

Solo sabremos si avanzamos o si retrocedemos si tenemos claro cuál es el punto de llegada hacia el que nos encaminamos. Recordarán ustedes aquella enseñanza que Lewis Carroll nos legó en 'Alicia en el País de las Maravillas' en la que nos advertía que, si no sabes hacia dónde vas, cualquier camino te puede llevar hasta allí. Y Séneca, en la pístola 71 a Lucilio, que se suele citar mal, por cierto, nos advirtió de que para el que ignora el puerto al que se encamina, ningún viento le será propicio.

Pero en el fondo yo sospecho que cualquier persona, en su sano juicio, intentará transformar políticamente la realidad para encaminarnos a un futuro más próspero y más feliz. Incluso el conservador y hasta el reaccionario podrían ser progresistas, por cuanto asumen simplemente que lo mejor para alcanzar ese futuro soñado es preservar cuanto hay de valioso en todo lo que ya existe.

Lo que distingue a un conservador de un revolucionario no será entonces la idea de progreso, sino el rumbo y las medidas que proponen para llegar a ese final imaginado. De hecho, bien pensado, la idea de progreso es muy antigua. De algún modo la propia escatología religiosa o la confianza en que habrá de llegar algún día el reino serían ideas rabiosamente progresistas, aunque es verdad que algunos autores como Marx secularizaron esa descripción teleológica de la historia para que se pudiera traducir a un orden algo más mundano.

Eso sí, confiar en que hay unos hilos secretos que mueven la historia y que nos encaminan a un final feliz es una creencia que casi podríamos considerar arcaica. Pero hay otra idea de progreso que esta sí que creo que es disparatada: es aquella que confunde lo nuevo con lo bueno, la que considera que la innovación o la disrupción son valores en sí mismos. Y eso sí tiene algo de absurdo, porque ni todo lo nuevo es bueno, ni todo movimiento es un avance.

Recuerden lo que dijo aquel otro sabio, cuando uno está al borde de un precipicio, la única manera de avanzar es dar un paso atrás.

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