Diego Garrocho: "Hay una forma de mentira que es la más grave, y es la inverosímil que obliga a los suyos a exhibir una lealtad ciega"
El profesor de Filosofía reflexiona sobre los diferentes tipos de mentira que existen en política
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
¿Ha reflexionado la filosofía sobre la mentira, y en concreto sobre la mentira de los políticos? Me temo que sí, y no poco. Tanto que con tu permiso me gustaría ir abordando de vez en cuando la manera en la que cada filósofo ha investigado esta cuestión, ya que desde Platón hasta Hannah Arendt han sido muchos los esfuerzos invertidos en desentrañar la mentira, incluso su legitimidad.
Sin embargo, antes de zambullirnos en los autores históricos, es imprescindible desentrañar algunos tipos de mentiras políticas, y esta cabría hacer una suerte de clasificación. La forma más sencilla, y quizá la menos grave en la que se puede decir una mentira, es el error. Y ese fallo no es ajeno a los A veces alguien, sin querer, puede deslizar un dato equivocado o incompleto. Todos hemos trasladado en alguna ocasión una información imprecisa, pero no creo que este tipo de fallos puedan ser considerados propiamente una mentira.
Otra forma típica de mentir en política es el incumplimiento de la promesa. En estos días estamos viendo lamentar a algunos de una forma muy solemne que Biden haya hecho lo que prometió que jamás haría, esto es, indultar a su hijo. Y vaya, si debemos escandalizarnos por las promesas incumplidas, hay otros políticos y políticas mucho más próximos que han hecho esa práctica casi de forma habitual.
Otra manera de mentir, está si ya mucho más grave, es cuando de forma deliberada se traslada una información falsa queriendo inducir opiniones basadas en esa falta de sinceridad. Los bulos interesados, los argumentarios o los eslóganes selzgados, buscan en muchas ocasiones instalar un tipo de conciencia que no se compadece con la realidad.
Pero hay una última forma de mentira que quizá sea la más grave. Es la mentira inverosímil, la que un político o un superior puede formular, no con el ánimo de ser creído, sino para obligar a los suyos a exhibir una lealtad ciega en la que en público se muestren dispuestos a defender lo indefendible. Esa mentira absurda o imposible de creer no busca infundir ninguna confusión. Sólo es la expresión de una forma de soberanía en la que quien miente quiere exhibir su dominio y su control absoluto. Hay de hecho quien miente sólo para demostrar que nadie de los suyos le dirá que está mintiendo.