Un estadounidense le encuentra viviendo en la calle y le pone una condición para que emigre a Barcelona y consiga el éxito
Expósito cuenta la historia de Abou, que tuvo irse a vivir a la calle con su madre y sus hermanos después de que su padre les abandonara
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Abou Rutaysire tiene 23 años y creció en las calles de Nyamirambo, un barrio de Kigali, la capital de Ruanda, y es el mayor de tres hermanos. Toda su familia sobrevivía gracias al escaso dinero que conseguían mendigando, hasta que alguien de una organización estadounidense le hizo a Abou una propuesta.
Una historia que ha relatado esta semana Expósito en La Linterna, donde explica que esa persona le puso sólo una condición al joven para ayudarle. Al aceptar, la oferta que estaba encima de la mesa ha llevado a Abou no sólo a mudarse hasta Barcelona, sino a romper barreras y conseguir el éxito en una profesión que ni soñaba cuando tenía que hacerse cargo de toda su familia.
La vida del joven en la calle
Abou creció en las calles de Nyamirambo, un barrio de Kigali, la capital de Ruanda. Es el mayor de tres hermanos. Abou, siendo un niño, tuvo que convertirse en padre de familia y cuidar de todos ellos. De la infancia saltó directamente a la madurez, como cuenta él mismo en La Linterna.
“Mi vida era todo un desafío cuando vivía en casa”, relata emocionado a Expósito. “Crecí llevando una mala vida porque mis padres se separaron y mi padre nos abandonó, por lo que tuve que hacerme cargo de mi madre y de tres hermanos”. Cuando su padre se marchó, el cambio en la familia fue radical, porque era quien les mantenía, llevaba el dinero y la comida a casa. Y, de la noche a la mañana, Abou tuvo que dejar de ser un niño y asumir el papel de cabeza de familia.
Así, cuando su padre se marchó, su perdida se convirtió en un desafío. “Salí la calle a ver qué podía hacer, si podía ganar algo de dinero para poder mantener a mi familia porque mi padre se había marchado”. Recuerda que su madre encontró un trabajo que era muy duro para ella y “la vida era muy difícil”, pasando mucho tiempo en la calle.
Una organización estadounidense
Abou vivió durante seis años en las calles de Kigali. Aquellas noches compartía un viejo colchón con su madre y hermanas, pero esta situación cambió cuando un equipo del proyecto estadounidense de Mindleaps se cruzó en su camino.
“Cuando estaba en la calle no me paraba a pensar sobre la vida porque estaba demasiado estresado, precisamente por la vida, y por lo que le pudiera pasar a mi familia y a mis hermanos”, explica el joven a Expósito. Pero aquel día, en 2017, se dio cuenta de que su vida “podía cambiar” y también la de su familia.
Y es que el programa trata de ayudar a ruandeses que están en una situación muy precaria y viven en la calle a cambio de que estudien y se formen en la disciplina de la danza. “Me uní a este programa y mi vida cambió un poco”, reconoce. Cuenta el joven que fue a decírselo a su madre: “tengo la oportunidad de unirme a este programa que ayuda a los niños de la calle, así que no sé qué piensas sin ninguno a ellos”. Eso sí, confiesa que tuvo que pelearse con su madre porque le decía “no vayas, no te van a dar dinero ni comida para que traigas a casa”. “Y yo le dije “'déjame hacer lo que quieras'”.
Barcelona y el éxito
Tras convencer a su familia y, gracias al proyecto, probó una clase de danza contemporánea. Fue entonces cuando descubrió su vocación, tenía un talento especial, y sus profesores fueron testigos. “En 2018 me escolarizaron en Estados Unidos para hacer ballet y allí pasé tres años, luego volví a casa en 2021”, recuerda Abou en los micrófonos de COPE.
Así, se fue formando y mejorando su técnica. Su talento no pasó desapercibido entre los profesionales de baile y Misty Copeland, un prodigio de la danza clásica, enseguida quiso conocerle. “Me miró y dijo, este chico es muy talentoso, me gusta y me gustaría darle clases”. Misty fue la primera mujer afroamericana que llegó a bailarina principal en el American Ballet Theatre. Por su parte, Abou quiso seguir sus pasos y en 2023 aterrizó en Barcelona donde se ha convertido en el primer bailarín negro del ballet de la ciudad.
“La mayoría de gente cuando me ve bailar piensa que soy un chico talentoso y que debería seguir esforzándome. A mucha gente le gusta verme bailar, les hace felices. A mí me hace feliz bailar con otra gente o, mismamente, solo”, concluye.