El filósofo Diego Garrocho responde a 'si se puede perdonar lo imperdonable': "Cuando un delito es demasiado grave"

El colaborador de La Linterna toma las palabras de los pensadores Jacques Derrida y Vladimir Yankelevich para asegurar si se puede o no perdonar todo

Diego Garrocho
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Redacción digital

Madrid - Publicado el

2 min lectura

¿Se puede perdonar lo imperdonable? Es la pregunta que se hicieron dos de los filósofos principales de la tradición judía en el siglo XX, como fueron Jacques Derrida y Vladimir Yankelevich. En el primer aniversario de los sangrientos atentados de Hamás contra Israel, en los que fueron masacrados y secuestrados cientos de civiles, creo que esta pregunta vuelve a hacerse pertinente. 

En su momento, estos pensadores reflexionaron en torno al holocausto nazi y se preguntaron qué actitud moral cabría establecer con quienes decidieron exterminar, por puro odio, a millones de judíos. Para Yankelevich, no solo no es posible perdonar, sino que es imperativo no hacerlo. Cuando un delito es demasiado grave, cuando ha rebasado el límite del mal radical, no podemos ni perdonarlo ni olvidarlo sin faltar a la memoria de las víctimas. Según este filósofo, en los campos de la muerte se enterró, entre otras muchas cosas, la posibilidad del perdón.

Jacques Derrida, en cambio, es conocido por ser el padre de la deconstrucción, pero en 1997 pronunció una conferencia en Atenas que después se replicaría en distintos lugares y que planteaba un proyecto moral absolutamente superlativo. Llevaba por título 'Perdonar lo imperdonable y lo imprescriptible'. Para Derrida, el perdón solo puede realizarse verdaderamente tomando como objeto algo que sea imperdonable e irreparable, precisamente porque perdonar no es olvidar, sino su contrario.

El perdón activo, perfecto, casi infinito hasta la contradicción, es aquel que mantiene en la memoria el dolor acontecido y que rebasando los límites humanos se vuelve a afirmar sobre el daño. Aquel texto, que está plagado de referencias bíblicas incluso al nuevo testamento y que plantea el perdón casi como un rasgo distintivo de la omnipotencia divina, sigue vigente. Perdonar es siempre un acto de gracia y de soberanía, pero que cobra especial sentido cuando se ejerce de forma infinita, sin condición ni límite, más allá de la contradicción.

Las palabras de Derrida es cierto que no nos dicen nada sobre qué debe hacer el derecho las relaciones internacionales, pero creo que tenía sentido rescatar esta ambición casi desmedida en un día como hoy. Puede que el perdón infinito sea imposible para los hombres, pero si aspiramos a concebir un bien perfecto que vaya incluso más allá de la justicia, esta es una de las formas más radicales en las que podemos imaginarlo.

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