Los cuidadores de los mayores se llevan un aplauso por cuidarles como si fueran sus hijos
Julio César Herrero ensalza la labor, muchas veces infravalorada, de quienes cuidan de los ancianos en domicilios
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A quienes cuidan de los mayores en domicilios.
¡Qué cosa, eh! Más de dos meses aplaudiendo causas, personas, sectores… Siempre distintos. Más de dos meses acordándonos de los ancianos que están en las residencias, de los que no pueden ver a sus familias, de los que no pueden valerse por sí mismos. Y nos hemos convencido de que hay tantas profesiones esenciales que, a veces, aquellos trabajos para los que parece que no se necesita formación, no merecen reconocimiento.
Y en dos meses que han sido especialmente difíciles para quienes, por la edad, ya no pueden desenvolverse bien, a quienes se les ha pedido que no salgan de sus casas (pero siguen teniendo las mismas necesidades que antes de la prohibición), igual no hemos reparado en quienes no sólo se han puesto en riesgo, al tener que seguir ayudando a los mayores, sino que además lo han hecho con la presión de no contagiar a esos mayores.
Y alguien pensará que no hay gran diferencia con quienes hacen lo mismo en residencias de ancianos y que ya lo hemos aplaudido. Y yo les diré que, desde luego que la hay. Porque en este caso, esto no va por turnos. Porque en este caso, muchas veces va por horas. Y porque entre estos cuidadores en los que pienso los hay que, a veces, ni tan siquiera tienen papeles. Y esos sin papeles han acompañado a los mayores, cuando la soledad no era buscada; y esos sin papeles, a quienes no habíamos aplaudido, han cuidado de los ancianos como si fueran sus propios hijos; y esos sin papeles lo han hecho con la misma dedicación como si los tuvieran. Y pienso que ellos fueron esenciales y merecen un aplauso.