La Guardia Civil de San Esteban de Gormaz se lleva un aplauso por su poder moral en el cumplimiento del deber
Julio César Herrero ensalza su cumplimiento del deber para que otros tengan deberes que cumplir
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A la Guardia Civil de San Esteban de Gormaz
No hay persona medianamente normal que soporte seis semanas de bombardeo de imágenes espectaculares o terribles y que no tenga la tentación de asumir, en algún momento, que ya no son ni espectaculares ni terribles. Es un riesgo. Entre otras cosas, porque si eso ocurre con las imágenes sorprendentes, las normales pasan, sencillamente, sin pena ni gloria.
Ayer me mostraron una imagen que, aparentemente, no tenía nada: ni acción, ni emoción. Tres guardias civiles que llevaban unas bolsas blancas. Una fotografía que, con el nivel de tensión audiovisual que soportamos, era sencillamente irrelevante. Podían estar llevando comida a unos mayores. Otra más, como tantas. Hasta que me explicaron que dentro de esas bolsas había deberes. Los agentes estaban llevando los deberes que habían preparado los maestros de la escuela de San Esteban de Gormaz para sus alumnos que, probablemente, no tengan un acceso tan sencillo a las nuevas tecnologías.
Y pensé que una imagen incapaz de competir con ataúdes, hospitales, llantos de alegría o de pena, era en realidad una de las imágenes que más contaban. El cumplimiento del deber para que otros tengan deberes que cumplir; la sustitución no de las personas por la tecnología sino de la tecnología por las personas. Y me di cuenta de que una imagen sin ninguna fuerza visual ni periodística concentraba todo el poder de un cuerpo de seguridad. Pero no era un poder ni legal ni coactivo; era un poder moral. Y creo que eso se merece un aplauso.