El Líbano

El pequeño país de Oriente Medio es un crisol en el que se reproducen, y a veces se amplifican, todos los dramas y tragedias de la región.

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Continúa el drama silencioso… Silencioso para el que no quiere escuchar, del Líbano. El pequeño país de Oriente Medio es un crisol en el que se reproducen, y a veces se amplifican, todos los dramas y tragedias de la región. La última, la brutal explosión en el puerto de Beirut en agosto de 2020, que literalmente arrasó la ciudad y comprometió seriamente una economía que ya de por sí, era más que tambaleante, además de exacerbar las tensiones sociales y religiosas de un país al borde del abismo. Una encrucijada en una de las zonas más complejas y conflictivas del mundo.

Ahora, la violencia vuelve a las calles de Beirut, esta vez el enfrentamiento tiene al juez asignado para investigar la explosión del año pasado como chispa. Todas las partes de este país enfrentado consigo mismo han vuelto a mirarse las unas a las otras con ira desatada.

Un país que fue el corazón palpitante de una de las grandes culturas de la antigüedad. La fenicia. El nombre de ciudades como Tiro, Sidón o Biblos entran en el terreno de lo legendario. La cercanía a los Santos Lugares consagraría al Líbano como crisol de culturas. No en vano Líbano es la ecuación cultural de cristianos católicos y ortodoxos, árabes, drusos… pero eso también convierte al Líbano en tierra testigo de una conflictividad endémica. De la llegada del islam a las Cruzadas, hasta la irrupción del imperio otomano. Y de ahí, a nuestros días.

Su cosmopolitismo cultural y religioso se ha convertido en su flanco débil. La región y sus pasiones son demasiado turbulenta como para favorecer el entendimiento. Ahí queda como antecedente la masacre de 1860, que motivó una intervención internacional que acabó decantando en una autonomía para el Líbano. Un oscuro precedente.

Tras la independencia del país, en 1943, los equilibrios han sido siempre débiles. Un sueño imposible. Y la puerta para el sufrimiento, demasiado franca. Atrás queda la época dorada en la que Líbano fue la “Suiza de Oriente Medio”. Un paréntesis que dio paso a una cruenta guerra civil de quince años, que reflejaba lo imposible que era para este pequeño país sustraerse de la virulencia del conflicto israelí-palestino y de la inestabilidad rampante de toda la región.

La tensa paz alcanzada en 1990 ha sido sobre todo una ficción, con el amargo despertar de las guerrillas, el terrorismo, y el drama de ser el punto de colisión de enemigos acérrimos. A eso hay que sumar la proximidad al drama sirio. Líbano es uno de los puntos más dolorosos de la crisis de refugiados fruto del conflicto en ese país… Y el año pasado, la brutal explosión que asoló Beirut fue la puntilla a una historia que es un drama perpetuo. Ahora, esa herida se abre de nuevo, con la violencia desatada en las calles y los peores augurios.