Una joya propia: el aceite de oliva

 España es líder mundial en su producción y muy pocos discuten que su liderazgo en cuanto a calidad

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

1 min lectura

Tan antiguo como la civilización que rodea el mediterráneo, el aceite de oliva ha sido el gran compañero de viaje de los europeos meridionales -junto con el pan y el vino- en su paso por la historia. Los romanos elevaron su producción a la categoría de arte, y todo un barrio de Roma se construye  sobre los restos de las ánforas cargadas de aceite que llegaban de Hispania. 

Antes que el gran protagonista de la dieta, fue la fuente a través de la cual nos proveíamos de luz. Las lámparas de aceite durante la Edad Media y la Modernidad lo usaban como combustible. Eran los llamados aceites lampantes. La primera iluminación de la ciudad de Madrid se alimentaba de aceite de Oliva. Fueron una innovación traída por el gran ministro italiano de Carlos III: Esquilache. Aquellas farolas, conocidas precisamente como esquilaches, serían una de las primeras víctimas del motín con el que los madrileños protestaron por las polémicas medidas modernizadoras de aquel ministro.

El Franciscano Junipero Serra llevará los olivos españoles hasta América. Un árbol que ha viajado mucho, y que se ha extendido por todas las esquinas del mundo. En el corazón español es donde se produce más y mejor aceite de oliva. Y desde hace décadas libramos una campaña internacional por prestigiar ese puesto de privilegio frente a la competencia de otros mercados, como el italiano. A finales del siglo pasado, una guerra, la guerra del aceite, protagonizó portadas de periódicos e hizo famosa a una ministra de agricultura española, Loyola de Palacio, empecinada en defender el sector de un austriaco que sabía muy poco de su importancia.