Expósito: “Nos hemos acostumbrado a los escupitajos como nos acostumbramos a los asesinados por ETA”

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Nos hemos acostumbrado a unas costumbres terribles, como si nada. Estamos llegando a tal nivel de desidia, de desinterés, incluso de egoísmo... Hemos pasado tal línea de disparate político en España que nos hemos acostumbrado al surrealismo.

Voy a enumerar una serie de escenas, sucesos o escándalos que nos resbalan, cuando lo que deberían es rebelarnos. Una serie de puntos inconcebibles en cualquier país del mundo, menos en este.

1.- Nos hemos acostumbrado a los escupitajos. ¡Ojo! Al igual que nos llegamos a acostumbrar a los asesinados por ETA. Y no hace tanto tiempo. Es vergonzoso. Es lo más insolidario del mundo. Ver a tantos ciudadanos cubiertos de escupitajos y cómo pasamos de ellos.

2.- Nos acostumbramos al fraude como si tal cosa. Me refiero al fraude, por ejemplo, con la tesis cum laude de Pedro Sánchez. No es que la copiara, que también, es que se la hicieron otros. Y la firmó él, y sacó cum laude. Y ahí sigue. Y no es que no nos importe, es que se le premia.

3.- El adoctrinamiento en patios y aulas. ¡Qué escandalazo! Y no es que no se haya avisado o no se haya visto venir. Lo que ha ocurrido estos años atrás en los patios y en las aulas de los colegios catalanes ha sido muchísimo menos que lo que está ocurriendo hoy.

Y nos vamos a enterar dentro de unos años. Y entonces nos llevaremos las manos a la cabeza.

4.- O las universidades cerradas por dentro. Con la connivencia y la cobardía de los rectores. Esos universitarios son los alumnos de aquellos patios. Imagínate los de dentro de 10 ó15 años. Los 'pujolitos' son una broma comparados con los 'puigdemoncitos' y 'torritas'. Al tiempo.

5.- ¡Qué país este! Donde no pasa nada por quemar fotos del Rey, por silbar el himno o por desobedecer al Tribunal Supremo. Y es que ese menosprecio, esa humillación hacia los símbolos y las instituciones es nuestro hecho diferencial. Una diferencia vergonzosa que no ocurre en Mali, ni en Chad, ni en Cuba o Corea del Norte, ni en Estados Unidos, Alemania o Francia.

En esto también somos únicos.

6.- Como la idiotez de seguir llamando piquetes informativos a bandas de macarras organizados que ni informan, ni han dado un palo al agua en su vida.

¿Piquetes? Sí. ¿Informativos? Por favor...

7.- Y qué decir de las embajadas. Resulta que los diplomáticos y militares españoles desperdigados por el mundo se las ven y se las desean para conseguir un euro de presupuesto, mientras todas las autonomías tienen sus embajaditas por medio mundo. Embajaditas que, por supuesto, pagamos tu y yo.

Puestos a seguir pagando (¿será por dinero?) 8.- Ya no nos importa que el huido de Puigdemont se esté chupando la vida padre en Waterloo.

Y ahí está el tío, concediendo entrevistas, viviendo en un casoplón que ni Pablo Iglesias, charlando un día sí y otro también con los de la cárcel.

Porque esa es otra. Unos presos, los el procés, que dan entrevistas desde la prisión de Lledoners, como si fueran futbolistas. Y tampoco pasa nada.

9.- Y hablando de cárceles. No puede ser que nos hayamos acostumbrado a que se homenajee a terroristas condenados y confesos en la mismísima puerta donde yacen sus víctimas o malviven las familias de sus víctimas. Como ver a Otegi pavoneando su cobardía por las televisiones entre selfie y selfie con el independentista catalán de turno...

Y dejo para otro día el impresionante número de diputados antisistema dentro del propio Parlamento de España; y la compra de votos durante décadas en Andalucía; y los subsidios como parte del sistema. Unos subsidios que forman ya parte del sistema porque nos encanta que nos compren.

En suma, nos hemos acostumbrado al surrealismo como forma de vida. Y no solo nos lo tragamos, sino que lo aceptamos.

Así, hasta que nos estalle en la cara todo este teatro del absurdo. Como ya está pasando en Cataluña.