Expósito, desde Utiel: "Después llegará el momento en el que los periodistas nos habremos ido y esta gente habrá perdido todo"
El director de 'La Linterna' está en la 'zona cero' de la tragedia que ha dejado la DANA y explica, desde ahí, cómo es la vida de los que "lo han perdido todo"
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Hemos encendido esta linterna desde Utiel, donde empezó la catástrofe de la DANA hace ya un par de días. Impresionan muchas cosas, en este punto de la Comunidad Valenciana, nada más cruzar desde Castilla- La Mancha. Impresiona el olor, el olor al barro, impresiona el peso del barro en las botas.
No me quiero ni imaginar lo que este barro va a tener que pesar en los próximos años en la vida de esta gente.
Impresiona la mezcla de maquinaria pesada, como esta que está almacenando escombros y losetas de las calles a mi izquierda. Impresionan también los tractores de los agricultores de la comarca, que han venido a limpiar, a echar una mano, a desaguar y a desembarrar lo que pueden. E impresiona, como siempre, el trabajo de la UME, que no paran de arriba abajo. Y esto aquí en Utiel. Si vas hacia Valencia, hacia Algemesí, mucho más todavía.
Es curioso porque vas andando por estas calles, lo que te permite el barro, que como te digo, te impide caminar con normalidad, claro, y se mezclan la seriedad de la gente, se mezclan las miradas como, entre agradecimiento y estupor, con la serenidad. Pero en cuanto preguntas, te agradecen, te sonríen porque están vivos, pero en cuanto rascas un poquito, se echan a llorar. Sobre todo los adultos. Los pequeños, como me ha dicho Ana, una maestra del instituto de por aquí, los pequeños tienen poca memoria, no se acordarán seguramente, pero los mayores han perdido hasta los recuerdos.
La sensación es de molestar lo menos posible. Te das cuenta de que esta gente bastante tiene con quitar el barro de la entrada de casa. Ojo, un barro que llegó a dos metros de altura. Imagínate, dos metros de altura. El techo del salón de tu casa, de la cocina, como te digo, la sensación de que no se puede molestar y de que no hay palabras. Es imposible describir la magnitud del drama.
A la vez tienes la impresión de conocer lo mejor del ser humano. Todos estos trabajadores sin descanso, solo con una botella de agua encima. Pero también lo peor. La inmensa mayoría. El 99% de esta gente van a trabajar como bestias durante semanas. Ya lo están haciendo. Pero hay un porcentaje que denuncian por aquí que se dedican a lo peor, a lo más bajo. Y es que están denunciando saqueos. Esta mañana, no sé cuál será el balance, había ya cuarenta y tantos detenidos por saquear en los supermercados, en los comercios, en los bajos de algunas casas.
Es curioso cómo la solidaridad infinita se mezcla con la inmundicia.
Esto no ha hecho más que empezar. Estos son 48 horas después de la tragedia, del miedo infinito a morir ahogado. Pero después de este día vendrán semanas. Y después de esas semanas vendrán meses en los que el colegio seguirá destrozado. En los que los periodistas nos habremos ido y casi no nos acordaremos. Y en los que esta gente, con toda probabilidad, habrá perdido todo. Intentaremos algunos no olvidarnos de esto. Ah, y mi postdata.
La vida sigue y no se me va la imagen de los 7 u 8 guardias civiles de la UCO en el despacho del Fiscal General del Estado. El momento en el que el jefe del operativo, de paisano, joven, con el chaleco de guardia civil y la pistola reglamentaria en la cintura, le dijera al propio Álvaro García Ortiz, que era oficial de la Guardia Civil, que traía una orden judicial, que le pidiera sus teléfonos móviles, el profesional y el teléfono móvil personal. Y al guardia, como se guarda los teléfonos en una bolsa para descargarlos, ¿te imaginas? Al mismísimo Fiscal General del Estado, a la dignidad que le quede al propio cargo. Desde Utiel, en la Comunidad Valenciana, hoy, Linterna Especial, con el barro hasta arriba.