Diego Garrocho: "Gisèle Pelicot demuestra que existe una valentía trágica que nace de saber que no hay nada que perder"
El profesor de Filosofía reflexiona sobre la mujer francesa que durante años fue agredida sexualmente por su marido y por decenas de hombres reclutados por Internet
Madrid - Publicado el
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¿Quién y de qué deberíamos sentir vergüenza? Pues para pensar la vergüenza me gustaría llevarlo, sacarlo del contexto inmediatamente español. Hace unas semanas ya señalamos que la vergüenza es una de las emociones políticas más determinantes. El modo en que se administra, los hechos respecto a los cuales debemos sentir pudor o las personas que tienen la autoridad para decidir qué es y qué no es vergonzoso son cuestiones profundamente políticas.
Por eso resulta tan relevante la lección que ha dado Gisèle Pelicot, la mujer francesa que durante años fue agredida sexualmente por su marido y por decenas de hombres reclutados por Internet mientras ella yacía inerte bajo los efectos de un sedante. Es demoledor que de tanto en tanto, en contextos no necesariamente remotos, el mal radical, inexplicable, casi inefable, vuelva a hacerse presente para recordarnos en qué puede llegar a convertirse un ser humano.
Madame Pellicot ha tomado hoy la palabra por última vez antes de que se haga pública la sentencia y ha afirmado que el juicio que ahora termina es el juicio de la cobardía. La cobardía, por supuesto, de todos aquellos que han intentado encontrar coartadas para minimizar un horror injustificable. La cobardía de quienes han sido incapaces de asumir una responsabilidad atroz. Pero este juicio es también el juicio de la valentía de una mujer.
La valentía de Pellicot es inmensa, pero es una valentía que ojalá no tuviera que existir nunca, porque la épica solo se manifiesta allí donde hay que combatir una injusticia superlativa. Gisèle Pelicot dio una lección al mundo cuando permitió que durante 82 días las sesiones del tribunal donde se celebraba el juicio de su marido se celebraran con las puertas abiertas, para que todos pudiéramos constatar qué era lo que estaba ocurriendo.
Esta mujer francesa ha demostrado, como tantas veces en la historia, que existe una valentía trágica que nace de la convicción, de saber que no hay nada que perder cuando ya se ha perdido tanto, y sobre todo nos ha enseñado que la vergüenza y el temor deben recaer en quienes cometen actos atroces, nunca en quienes los sufren.