Diego Garrocho: "En lugar de asustarnos, prestemos atención a estos jóvenes, ya que a lo mejor tienen razón"
El profesor de Filosofía le explicaba a Expósito su opinión sobre el conservadurismo de la cultura, y de cómo la generación Z está cada vez menos interesada en las relaciones fugaces
Madrid - Publicado el
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¿Se ha vuelto la cultura conservadora? Pues esta semana leía en el diario El País que la generación Z cada vez está menos interesada en relaciones fugaces y que los jóvenes ahora expresan una persistente voluntad de amar en el marco de relaciones estables. Después del 68, las consignas del amor libre y la ruptura de los vínculos duraderos, parece que el poder emancipador de la revolución sexual comienza a presentar síntomas de fatiga.
En el fondo tiene sentido. Para la generación Z, algunas cosas que se veían como conquistas rupturistas simplemente han formado parte de su vida cotidiana y ya no hay nada revolucionario ni vanguardista en mantener relaciones esporádicas. Es posible, después de todo, que los seres humanos de nuestro tiempo no sean tan distintos a los de cualquier otro momento de la historia.
También esta semana leía Esteban Hernández preguntarse si la cultura no estaba volviéndose conservadora. El periodista de El Confidencial sostenía que el mejor disco del año era el último de The Cure, una banda que llevaba 16 años sin publicar ningún álbum nuevo. El éxito de la banda británica sería una mala noticia por cuanto demostraría que cada vez es más difícil irrumpir con algo verdaderamente novedoso en la industria cultural.
De algún modo, este diagnóstico seguimos buscando cosas conocidas y tendríamos alguna suerte de miedo a seguir innovando o atrevernos a hacer fórmulas nuevas. Estos dos artículos expresan, de algún modo, una tendencia social que cada vez parece más evidente. La novedad está empezando a dejar de ser un valor y en un mundo marcado por el consumo capitalista, las nuevas generaciones empiezan a exhibir un cierto hartazgo por aquello que aspira a ser valioso por el mero hecho de ser nuevo.
Es cierto que en el ámbito empresarial todavía hay quien habla de la disrupción como si fuera un valor, pero las nuevas generaciones cada vez se sienten más libres para reconciliarse con aquello valioso que pueden reconocer en la tradición. En lugar de asustarnos, prestemos atención a estos jóvenes, ya que a lo mejor tienen razón. En pleno 2024 no habría nada más antiguo que reivindicar el valor de una revolución.