El diplomático español que consiguió salvar la vida de miles de judíos de Auschwitz gracias a un "truco" de Primo de Rivera
Una historia de la que una de sus supervivientes, Eva, contaba los detalles en 'La Linterna'
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Hoy 'La Linterna' se ha encendido desde el campo de concentración de Auschwitz. Se conmemoran los 80 años de la liberación del campo de exterminio más famoso del mundo. Curiosamente, liberado por los soviéticos.
Uno de los oficiales que dirigía al batallón que liberó el campo Anatoly Shapiro. Shapiro dejó escrito lo que sintió cuando entró en el campo: "Vimos algunas personas vestidas con harapos. No parecían seres humanos. Eran puro hueso. Les dijimos que eran libres, pero ellos no reaccionaron. No podían mover la cabeza ni decir una palabra".
Y es que venir como prisionero a Auschwitz era una condena a muerte. La mayoría de los presos que bajaban de los trenes que llegaban hasta aquí morían casi inmediatamente.
La primavera de 1944 fue el momento en que el Auschwitz-Birkenau se convirtió en la mayor máquina de matar del nazismo. En torno a 400.000 judíos húngaros fueron asesinados en apenas unos meses.
Es cierto que en la historia de la humanidad hay crímenes que nunca se podrán olvidar. Pero también hay historias de salvación que merecen el mismo trato. Hoy en día, muy poca gente sabe que miles de supervivientes del holocausto nazi y sus descendientes, escaparon de Hitler y de este campo de concentración en el que estamos, gracias a un diplomático español.
Ángel Sanz Briz, apodado “Ángel de Budapest”. Sus acciones en 1944 evitaron que más de 5.000 judíos húngaros fueran deportados a Auschwitz. Una de las personas judías que consiguió salvarse fue Eva Benatar.
“Poco a poco, a los judíos les fueron quitando sus derechos y empiezan a sentir que es un horror y dicen “hay que hacer algo”” explicaba en 'La Linterna'.
Eva nació hace ahora 81 años en un sótano de Budapest, en Hungría. Para ser más concretos, nació sin comida, sin agua, sin luz y mientras decenas de bombas aliadas caían sobre su cabeza.
“El 29 de junio de 1944 nazco yo, un día que los aliados británicos bombardean Budapest, piensan que me voy a morir y no me muero, aunque mi madre no tenía nada que darme” decía apenada.
La forma que tuvieron para salvarse del exterminio
Tanto ella como su madre eran parte de la comunidad judía que los nazis perseguían hasta la muerte en aquel país. El mismo que, apenas unos meses antes, era una de las perlas más bonitas de Europa. De hecho, ese año Hungría dejó de ser lo que todos conocíamos.
A pesar de que el ejército soviético pisaba los talones a Hitler, los nazis invadieron el país y sus simpatizantes -el partido de la Cruz Flechada- ascendieron al gobierno. A partir de entonces empezó la deportación y aniquilación sistemática de miles de judíos de origen húngaro.
“Ya sabían que estaba perdiendo la guerra pero le importaba más matar a los judíos húngaros que retirarse. En cuatro meses transporta en vagones a 300.000 judíos a Auschwitz, directamente incinerados” decía Eva, que seguía incrédula por lo que tuvieron que vivir.
Y aquí es donde entra en juego el diplomático español. Ángel San Briz, desesperado por lo que estaba ocurriendo en Hungría, logró que el gobierno local le entregase unos pocos pasaportes para salvar a los judíos sefarditas que hubiera en el país.
Y para ello, se basó en un decreto de 1924 en el que Miguel Primo de Rivera, establecía la posibilidad de recuperar la nacionalidad a los miembros de este colectivo que así lo deseaban.
“La gente cogió los pasaportes para salvarse, para ver dónde podían buscar protección” advertía Eva.
La madre de Eva consiguió uno de estos visados porque se intercambiaba cartas con su abuela (que había emigrado a Madrid poco antes).
Por lo tanto, se fue con un sello español a la embajada para demostrar que estaba relacionada con el país. Mientras tanto, en España, la abuela de Eva trabajaba en un restaurante sin saber que -literalmente- estaba trabajando dentro de la boca del lobo.
“Ellas cocinaban húngaro a los españoles, Madrid era un sitio donde había muchos espías de Europa central” explicaba.
Unas piedras en el camino
Los pasaportes conseguidos por Ángel San Briz, no permitían a los húngaros con lazos españoles como Eva viajar hasta España. Pero al menos, daban cierta seguridad. Y es que esos documentos permitían entrar en las casas que Ángel tenía alquiladas, consideradas suelo español.
Allí, los judíos perseguidos podían esconderse pero las condiciones no eran las mejores ya que, durante meses, vivieron hasta 50 personas en una misma habitación.
“Alquila unas casas, 9 en total, les pone la bandera de España y dice que es la embajada y que no tienen que entrar ni alemanes ni flechados y ayuda a los judíos a refugiarse” explicaba Eva.
Hay que tener en cuenta que, desde la ocupación nazi de Budapest el 19 de marzo de 1944, los judíos que vivían en la ciudad no estaban seguros en ningún sitio. De hecho, el régimen nazi se había propuesto aniquilar a más de un millón de judíos húngaros en cuestión de meses. Solo las delegaciones diplomáticas de los países neutrales, como España, ofrecían esperanza a las miles de personas obligadas a llevar una estrella amarilla cosida en sus ropas.
“Mi padre estuvo en tres campos de trabajo en Hungría, sobrevivió porque había sido contable y le hicieron hacer la contabilidad de la cocina, comía, tenía calor y se salvó por eso” recordaba con horror.
La pesadilla para los judíos de Budapest terminó, al fin, el 13 de febrero de 1945, cuando los soldados rusos alcanzaron la ciudad. Hacinados, mal alimentados, pero vivos, pudieron observar desde las ventanas de esos edificios el repliegue de las tropas nazis.
Como Eva, otras 5.200 personas lograron escapar a la muerte y a la infamia nazi y lo consiguieron gracias a un español: El diplomático Angel San Briz, conocido como Ángel de Budapest.