El mundo de la cultura se viste de luto en 27 ciudades españolas para defender a sus trabajadores

Desde el movimiento ''Alerta Roja' piden el reconocimiento del sector del espectáculo y los eventos como uno de los principales afectados por la pandemia.

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Llueve en Madrid y cientos de figuras de negro empujan grandes cajas por su calles. Una procesión en el que los penitentes son los trabajadores de uno de los sectores más influyentes del siglo XXI, y al mismo tiempo, uno de los menos reconocidos. La principal diferencia entre una procesión habitual y la movilización del sector de la cultura es la falta de silencio, los flightcases (estuches o fundas duras con ruedas para transportar instrumentos y demás trastos del mundo del espectáculo) ensordecen con su traqueteo toda la calle mayor. Un sonoro ruido coreado por músicos, técnicos de sonido, actores, poetas y montadores de escenario que ponen el grito en el cielo para hacerse escuchar fuera de los espectáculos que no han podido montar. Eso piden, volver a trabajar. Volver a subirse a la tarima y bailar, cantar y gritar delante de cientos, de miles de personas. Van de negro porque es la primera vez en mucho tiempo que pueden vestir el uniforme habitual de los que trabajan entre bastidores y porque en los funerales hay que vestir el luto.

El coronavirus es el sello que cerró su agenda de este año y la dejó reducida a ERTES mal gestionados, reparto de currículums y el reembolso de entradas convertidas en papel mojado. Han pasado ya 6 meses desde que 700.000 familias vieran sus ingresos reducidos a cero. Por eso, el movimiento 'Alerta Roja', formado por diferentes asociaciones en apoyo a los trabajadores del mundo del espectáculo, ha convocado en Madrid y en otra veintena de ciudades españolas la marcha en favor de la cultura. Paco Lop es su coordinador y en declaraciones a COPE nos ha ecplicado la situación a la que se están enfrentando: “Estamos en la ruina. Llevamos sin trabajar desde el 14 de febrero, estamos en una situación en la que nos han dejado totalmente atrás y no tenemos ninguna esperanza. La fuga de talentos está siendo apabullante hacia otros sectores, nos exponemos a que toda la parte productiva, toda la industria y toda la parte técnica que conlleva el sector de la cultura desaparezca”. Seis meses sin trabajar se puede resumir en seis meses sobreviviendo con los ahorros de toda una vida o buscando trabajos fuera del mundo del espectáculo: “Yo tengo compañeros que han estado buscando trabajo como locos. No nos pudimos acoger a ERTES, están trabajando surtiendo gasolina y en lo que puedan hacer. No tenemos trabajo. No hay nada”.

Algunos artistas altamente reconocidos como el cantante Rayden (Madrid, 1985), se han sumado a la marcha y han sufrido la lluvia como un compañero más del sector. Nos ha contado como ha sobrevivido el estos meses de cancelaciones: “tenía una idea primigenia que quería hacer que era una gira de acústicos con mi contrabajista y mi guitarrista y fue el momento de adelantarlo. Por mi mal que bien pero por todo el resto de la banda: todo el equipo técnico, el staff, toda la gente que conforma la empresa... pues mal. Me siento como un padre que no lleva el pan a casa”.

Así, sin más, la pandemia ha dejado el país sin conciertos y sin espectáculos. Con la llegada del verano se han podido ver algunos eventos puntuales al aire libre rodeados de polémicas. Aun así, Tomás Mayo, portavoz de 'Somos Música', una plataforma virtual creada para reivindicar la industria en su peor momento y convencer de que podemos disfrutar de la música en directo y respetar las medidas sanitarias al mismo tiempo, ha asegurado en COPE que “gran parte de los eventos que se han estado realizando han sido plenamente seguros, es decir: distancia de seguridad, mesas separadas... e incluso muchas veces sillas con una separación de dos metros. Mascarilla y geles en todas partes... esto es lo que hemos ido viendo este verano y de alguna manera ha sido una demostración de que estamos capacitados y nuestra profesión no se tiene que estigmatizar o identificar con actitudes peligrosas para la salud pública”.

Los flighcases madrileños han hecho su última parada en la plaza de Sol. Colocados en formación, a metro y medio de distancia, parece un cementerio. Esa es la imagen que pretenden dar. La cultura se muere y nosotros tenemos la culpa. Allí apostados y de forma coordinada con el resto de ciudades donde se han movilizado, han levantado los brazos en cruz, “estamos maniatados” dicen. Bajo el ensordecedor sonido de una sirena, unas luces rojas han apuntado al cielo en 27 ciudades españolas. Al movimiento se ha sumado Jorge Drexler (Uruguay, 1964), que allí es uno más vestido de negro entre sus compañeros de oficio: “Estoy viéndolo con mucha ilusión, gran parte de mis compañeros están ahí con sus flightcases vestidos de negro, muchos de ellos hace muchos meses que no se visten de negro que es el uniforme que usan para trabajar. Estamos aquí para demostrar que la cultura es segura, que la cultura es una fuente de ingresos que genera crecimiento y que aporta una parte importante del PIB español. Da de comer a 700.000 familias en España y además produce un crecimiento económico seguro y sostenible. Hay que tratarla como una industria y respetarla”.

Con este movimiento no solo han pedido ser más visibles, también el reconocimiento del sector del espectáculo y los eventos como uno de los principales afectados por la pandemia. Volver a reactivar las agendas culturales no es solo la prioridad de más de medio millón de familias sino de todos los españoles que disfrutan de la cultura y luchan cada día por su supervivencia. Para ello exigen que se recuperen los ERTE por fuerza mayor sin que las empresas tengan que pagar la cotización de la seguridad social y que se aplique el IVA reducido.

De momento, queda esperar a que la situación se normalice y volver a disfrutar de la cultura, el mejor valor de nuestro país. En palabras de Jorge Ilegal (Avilés, 1955) ,quien también ha estado entre los asistentes a la movilización, "en la cultura somos un colectivo duro, muy maltratado y si se acaban las ratas somos capaces de comernos los gatos. Las hemos visto de todos los colores, somos especialistas en pasar desiertos y en este caso estamos pasando uno más”.