LA NOCHE DE ADOLFO ARJONA
Los últimos minutos de María Antonieta: "Miles de personas, un zapato perdido y unas palabras al verdugo"
En "La Noche de Adolfo Arjona", te contamos cómo vivió la reina de Francia sus últimos días hasta que murió decapitada en la guillotina
Sevilla - Publicado el - Actualizado
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Lujo. Fiestas. Bailes. Excesos. María Antonieta fue una revolucionaria de la moda. Cuentan que recibía cada semana dieciocho pares de guantes y cuatro pares de zapatos, y que nunca repetía ropa. Que empolvaba sus pelucas con harina cuando muchos franceses no tenían pan. Por todo ello, el pueblo la odiaba.
Pero no siempre fue así. Cuando la princesa austriaca llegó a Francia para casasrse con Luis XVI, era solo una niña de catorce años. Como le ha contado Rafael Calduch a Adolfo Arjona, "al principio sí fue bien recibida por el pueblo, aunque a ella le costó acostumbrarse a las costumbres de la Corte. Además, no hablaba muy bien francés."
Enamorada de los lujos... No del rey
María Antonieta nunca quisó a su marido. En “La Noche de Adolfo Arjona”, el profesor emérito de Historia de las Relaciones Internacionales de la Universidad Camilo José Cela, ha asegurado, que "el matrimonio tardó muchos años en tener hijos porque ella no lo quería. Pero la reina tenía que dar a luz a un herederos que garantizase la continuidad de la Monarquía. Tardaron casi diecisiete años en tener su primer hijo".
La vida de María Antonieta era una vida de excesos. Vivía alejada de lo que ocurría en el pueblo. "Aunque estaba escrutada día y noche por todos los miembros de la Corte. No tenía vida privada alguna, desde que se levantaba hasta que se acostaba. Era una vida muy superficial donde había poco margen para la voluntad propia".
El último baile
La apodaron Madame Déficit porque se corrió en los libelos prerevoluciuonarios que era una derrochadora. Aunque no era más derochadora que el resto de Cortes europeas. Según Calduch, "los que se llevaron por delante la economía francesa fueron los millones destinados a guerras, no la Corte".
A pesar de que los franceses estaban furiosos con la realeza, en plena Revolución Francesa, María Antonieta decidió organizar un baile en el Palacio de Versalles. Fue el «último baile de María Antonieta». La guillotina estaba muy cerca, pero la reina de Francia, vivía ajena a su suerte. Pocos meses después de aquel baile, la situación se volvió insostenible. El 14 de julio de 1789, los franceses tomaron la Bastilla.
Demacrada y abatida
El 16 de octubre de 1793, el pueblo esperaba en las calles, los balcones y las plazas para ver morir a María Antonieta. La reina llegaba al cadalso abatida y muy cansada. Nada se parecía a aquella mujer amante de los lujos y las fiestas. Tenía 37 años cuando le cortaron la cabeza ante unas 10.000 personas. Parecía que tenía 60. Su marido, el rey Luis XVI, había corrido la misma muerte unos meses antes.
La acusaron de que había sido colaboracionista en el Imperio Austriaco en un intentto por restaurar la Monarquía."Sí parece que tuvo algún tipo de comunicación con la Corte austriaca, aunque nunca se supo sí realmente esa información sirvió para algo".También fue acusada de arruinar económicamente al país. Incluso la acusaron de incesto y de intentar mantener relaciones con su hijo Luis Carlos.
Sus últimos días de vida
Los últimos días de su vida nada tuvieron que ver a lo que había vivido desde que llegó a Francia. Despojada de su vida de lujos, una mesa, dos sillas y una cama, eran el único mobiliario de su encierro. Dicen que pasaba el tiempo leyendo “Los viajes del capitán Cook”, que le había regalado uno de sus carceleros.
En la noche del 16 de octubre de 1793, sólo unas horas antes morir, la reina escribe una carta a su cuñada Isabel. En la carta decía: “Es a vos, hermana mía, a quien yo escribo esta última vez. Acabo de ser condenada, no exactamente a una muerte vergonzosa, eso es para los criminales, sino que voy a reunirme con vuestro hermano.” Según Calduch, “Con esa carta intentaba continuar con la Monarquía”. Nunca le llegó.
"Viva la República"
Eran las 11 de la mañana del 16 de octubre de 1793. Maria Antonieta abandonó la que había sido su celda y la llevaron en una carreta a la plaza de la Revolución, hoy plaza de la Concordia. Una multitud llenaba las calles, plazas, se habían subido a azoteas y balcones. Aquello era un espectáculo para los revolucionarios. Cuando la veían pasar, la insultaban al grito de “muera la austríaca”.
La guillotina no era una muerte degradante. Los nobles tenían una muerte por espada desde la Edad Media. Era la muerte más efectiva porque era inmediata. La guillotina se inventa en la Revolución Francesa. Se aproximaba a la muerte por espada. Una muerte degradante era el garrote vil, que se aplicaba a los que no eran nobles.
El zapato de la reina
Cuando María Antonieta bajó del carro, perdió uno sus zapatos, que se conserva hoy en el Museo de Bellas Artes de Caen. Y accidentalmente pisó el pie del verdugo. «Señor, le pido perdón, no lo hice a propósito». Esas fueron sus últimas palabras. “Posiblemente estaría en shock y no era consciente de lo que estaba a punto de suceder. Por eso estaba pendiente de esos detalles", asegura Calduch.
Pasaban unos minutos del mediodía cuando la guilotina cayó sobre su cuello. Con la cabeza en la mano, el verdugo gritó "Viva la República". El cuerpo y la cabeza de María Antonieta fueron llevados al cementerio de la Magdalena. Los arrojaron en la misma fosa común donde estaba Luis XVI.
Ya nada quedaba de aquel baile celebrado en el Salón de los Espejos de Versalles: Su último baile.
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