LA NOCHE DE ADOLFO ARJONA

Las familias de las víctimas: "Si sale de la cárcel, la buscaremos y la mataremos"

Ian y Myra grabaron los abusos y asesinatos que cometieron con cinco jóvenes

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Las familias de las víctimas: "Si sale de la cárcel, la buscaremos y la mataremos"

Redacción COPE Málaga

Málaga - Publicado el

5 min lectura

La joven Paulina Reade nunca hubiera imaginado que su asistencia a la fiesta de ferroviarios sería su perdición. En la noche del 12 de julio de 1963, la chiquilla, de 16 años, se vistió con su traje más bonito, y se adentró en el recinto donde todos bailaban y bebían alegremente, olvidando los problemas del día a día.

A los pocos minutos, una mujer rubia se le acercó y entabló conversación con ella. Parecía estar sola… y era simpática. Hablaron durante un buen rato, hasta que la desconocida le propuso que la acompañara a los Páramos de Saddleworth, el mismo condado británico de Gran Mánchester, para ayudarle a encontrar un guante que, presuntamente, había perdido allí.

Al llegar a la zona, apareció un hombre. Comenzó a golpear a Pauline, dándole patadas y puñetazos ante la mirada impasible… y sádica… de la otra mujer. Luego, el recién llegado la desnudó, la violó, y terminó estrangulándola.

El cadáver de Paulina Reade fue enterrado en una fosa en el mismo páramo, que pronto se convertiría en un siniestro e improvisado cementerio de niños y adolescentes.

Los asesinos, Ian Brady y Myra Hindley quitaron la vida a un número aún desconocido de víctimas, y fueron apodados como “los monstruos de los páramos”: él, un fanático del nazismo y del sadomasoquismo más extremo… ella, una mujer manipulable y locamente enamorada de Ian, al que obedecía en todo.

Condenados a cadena perpetua, sus crímenes significaron un antes y un después en la historia criminológica británica, y calaron de tal manera en la opinión pública, que aún se les recuerda con una acentuada repugnancia

EL PERFIL

Pedro Martín es editor de “Cosecha Negra ediciones” y ha estado en La Noche de Arjona para contar quiénes eran Ian y Myra. 'Myra era una chica más nomal criada en la educación católica, pero el problema era Ian que había tenido una juventud más tormentosa, un chico ilegítimo acogido por una familia y conocido en su barrio por torturar animales'.

Ian Brady era un joven completamente perdido, un alcohólico que gastaba su sueldo en bebidas, y que se dio a la delincuencia, acabando en la cárcel, con una condena de dos años, por agresiones y robos. En prisión, estudió contabilidad, y al salir de nuevo a la calle, en 1959, con 21 años de edad, comenzó a trabajar en una empresa química… la misma empresa en la que aterrizó como mecanógrafa, en enero de 1961, Myra Hindley.

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Ya en las primeras semanas de relación, Ian hizo leer a Myra varias obras sobre nazismo, y también textos del Marqués de Sade. En poco tiempo, Myra se tiñó el pelo de rubio, se vistió como las mujeres alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, e incluso se sacó, a petición de Ian, una licencia de armas, algo que él no podía hacer al haber pasado por la cárcel. Dejó de lado sus creencias religiosas, y se posicionó en contra de los judíos y de los negros. Incluso detestó, como Ian, el gremio al que pertenecía… el de las mujeres. En el ámbito sexual, también se aficionó al sadomasoquismo. Hasta aquí nos puede llamar la atención cómo Ian ejercía una gran influencia en su pareja. 'Ian tenia una fortaleza mental que llevó a Myra por el mal camino, llegando a grabar los crímenes que cometían, las violaciones o las palizas a sus víctimas'.

PRIMERA VÍCTIMA

Su primera víctima fue una joven de dieciséis años llamada Paulina Reade. 'Se barajan cinco víctimas en total. Myra era el gancho que los atraía y con ellos cometían aberraciones y una vez que los mataban los llevaban a un páramo y allí los enterraban'.

LA DETENCIÓN

Un chico de 16 años llamado Edward Evans, que fue invitado a la casa de la pareja el 6 de octubre de 1965, donde fue terriblemente torturado. Asombrosamente, antes de matarlo, Myra visitó la casa de su hermana, e invitó a su cuñado, David Smith, a su propia vivienda. La pareja de asesinos buscaba el morbo de compartir la escena con otra persona. Delante de David, Ian remató a Edward de un hachazo en la cabeza. Mientras tanto, Myra, como si nada, entró en la sala llevando una bandeja con tazas de té. Cuando David se marchó, prometió no contar de lo que había visto, pero lo primero que hizo tras salir de la vivienda fue acudir a la policía. 'Tenían el típico ego que les lleva a mostrar lo que hacen y no mantenerlo a escondidas'.

EL JUICIO

El juicio comenzó en abril de 1966, y en él se hizo palpable la maldad de los dos asesinos, que disfrutaban con el dolor de las víctimas y con el de los familiares. Incluso sonreían cuando veían sufrir a aquellos padres y madres. Aquello provocó que la sociedad británica de la época los odiara, y que los medios de comunicación bautizaran a la pareja como “los monstruos de los páramos”. 'Fue un juicio un poco inusual porque en ningún momento ellos mostraron arrepentimiento. Fueron condenados a cadena perpetua por que tuvieron la suerte de que la pena de muerte se había abolido unos meses antes'.

Ian Brady estuvo en prisión hasta 1985, año en el que le fue diagnosticada una esquizofrenia paranoide y fue trasladado a un hospital psiquiátrico penitenciario. Allí murió en 2017 siendo ya un anciano. Por su parte, Myra Hindley pasó sus últimos años mostrando un repentino arrepentimiento. En un texto que escribió en su celda decía: 'Creo que ya he pagado mi deuda con la sociedad… y han expirado mis crímenes. Sólo le pido a la gente que me juzgue por lo que soy ahora, y no por lo que era entonces'.

Sin embargo, la sociedad de la época, recordando la muerte brutal y despiadada de tantos niños y jóvenes, jamás la perdonó. Las familias de las víctimas dictaron una sentencia paralela: si algún día lograba salir de la cárcel… la buscarían… y la matarían…

Myra falleció el 15 de noviembre de 2002 de un ataque al corazón.

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