“Después de perder un hijo no vives, sobrevives”

Iván tenía 15 años. El 9 de diciembre de 2016 pudo ser un día cualquiera para él y su familia, pero desgraciadamente no lo fue. Aquel día, Iván estaba esperando el autobús cuando un coche lo arrolló. Al volante, un conductor drogado, que superaba siete veces la tasa de alcohol permitida, que circulaba por la Castellana a 150 kilómetros por hora, que conducía un coche robado, y cuya ficha policial la formaban 34 folios de antecedentes penales. Este hombre fue condenado a cuatro años de cárcel, una pena insuficiente para los familiares de Iván. Dice su madre, María José Jiménez, que el día que Iván murió, murieron más personas: ella, su ex marido y sus cuatro abuelos.

La madre de Iván explica que “asumir la muerte de un ser querido es muy difícil, más, si cabe, cuando biológicamente no le tocaba. La mente humana es incapaz de procesar ese dolor”.

Una pérdida prematura que será muy difícil de compensar a sus familiares, que, al menos, piden justicia para “prevenir que se produzcan otras muertes de esa manera”. Aunque la madre comentaba que “sí les daría algo de paz, ya que no su hijo no es un accidentado, sino un asesinado debido a las sustancias que había consumido el conductor”.

Un conductor que, además, “no respetaba las normas cívicas, y que ya contaba con 45 causas delictivas”. Una persona peligrosa a la que se le impuso la máxima pena.

“La única razón para vivir que tenía era mi hijo, hijo único. Era un niño por que luchaba por un mundo mejor. No puedo hablar de vida, sino de supervivencia. Tengo que reclamar justicia por mi hijo”, explicaba María José Jiménez.

“Lo que no puedo entender es que en 4 años esa persona peligrosa pueda salir a la calle. Hemos recogida firmas. Debe cambiarse el Código Penal. Debe ser una prioridad”, concluía Jiménez.