Ve el estado de las instalaciones de su colegio en Zaragoza y lo que se le ocurre acaba siendo una película

Enrique Sánchez y dos de sus alumnos comparten con Fernando de Haro la experiencia que marcó su infancia

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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A menudo solemos pensar que cambiar de ambiente es algo malo y que los cambios no siempre son fáciles, que son lo peor. Esto tiene una fácil explicación. Y es que lo desconocido, en ocasiones, puede asustarnos y empujarnos a dejar de lado eso que vamos a comenzar sin apenas haberlo intentado. Mal hecho por nuestra parte, pues nunca sabes lo que la novedad te puede deparar.

Esto es lo que le pasó al protagonista de hoy en La Tarde con Fernando de Haro. Enrique Sánchez, profesor de Lengua, llegó en el año 1982 al colegio Marcos Frechín, ubicado en el barrio obrero de Las Fuentes de Zaragoza. Antes de empezar a dar clase allí, se imaginaba que este era un gran colegio, pero no fue así. Era más bien pequeño y sus clases estaban saturadas. Esta situación le llevó a pensar que no acabaría el año escolar, aunque algo le hizo cambiar de opinión rápidamente.

El ajedrez fue la clave

Pero, ¿qué es lo que le impulsó? El carácter y la alegría de sus alumnos a los que no solo impartió Lengua, también Matemáticas, juegos inteligentes y Educación Física. Conocerles le bastó para querer continuar en la escuela y llevar a cabo un gran proyecto, el de fundar un club de ajedrez que cambiaría la vida de muchos niños allí. Este con el tiempo llegó a conseguir grandes logros como, por ejemplo, derrotar en 2018 a 38 escuelas de toda España y convertirse en campeones del país.

Esta historia ha llegado a la gran pantalla gracias a "Menudas Piezas", una película de Nacho Velilla que intenta reflejar toda la trama. Enrique Sánchez recordaba estos momentos en los micrófonos de La Tarde de COPE y confesaba que "el primer año fue rotundo". Sin ninguna duda fueron sus alumnos los que le ganaron "afectivamente", pues "el creer que lo haces bien, te da alas para seguir e ir avanzando en proyectos más atantes y profundos".

Y es que, aunque nada de esto estuviese programado, "ya lo había hecho con otros chicos en otros colegios", lo que se acabó convirtiendo en "un valor que llevaba conmigo y quería transmitir", relataba. Parece que este es un juego que enseguida engancha ya que, "cuando lo enseñas bien y despacio, es fácil que la gente se enganche y vea que se puede disfrutar", animaba Enrique.

Enrique y Miguel Ángel, dos alumnos que formaron parte del club

Si algo ha permanecido, es el cariño y orgullo que Enrique Sánchez tuvo y sigue teniendo a sus alumnos. Aunque fueran muchos, "200 de 2.000" que tenía el colegio, dos de ellos han querido acompañarle hoy. El primero, Ricardo Jairo, reconocía que cada uno empezaba a jugar al ajedrez "por un motivo distinto". El suyo venía dado porque no era muy bueno en los deportes, lo que le hizo ponerse delante de un tablero y ver que no se le daba del todo mal. Es por ello por lo que lo sigue practicando.

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Por su parte, Miguel Ángel lo relacionaba con los resultados académicos porque "cuando empiezas a jugar, se requiere un esfuerzo intelectual, de concentración, de serenación...", algo muy parecido a abordar un examen. Finalmente, alababa a Enrique Sánchez, a quien le reconoce tener un don, "un don para enseñar la magia de las cosas, entre ellas, del ajedrez".